La capital con los pies sobre la tierra. El hombre que revolucionó la física, Isaac Newton, le escribió en una carta a Robert Hooke donde reconocía que todos sus logros se debían al trabajo de sus antecesores, por caso, Copérnico, Galileo y Kepler. “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”, sentenció. Algo similar se puede decir del deporte que es emblema de nuestra ciudad, el básquet. De la mano de los ingleses del ferrocarril llegó para enraizarse de manera única. De aquellos primeros torneos locales, sobre canchas de piso de tierra, descubiertas, con vestimenta variada, donde la altura todavía no era clave para el juego, se fue generando una mística y una calidad. Cada nombre surgido en Bahía Blanca y que ha logrado trascendencia mundial lo ha hecho también sostenido por aquellos primero apasionados, sencillos y entusiastas amantes del juego.
Una cena en lo de Coleman. Figura emblemática de las primeras décadas del siglo XX, Arturo Coleman era la máxima autoridad local del Ferrocarril del Sud, empresa que desde 1926 administraba las empresas del ferrocarril del Sud y Pacífico, los puertos Galván e Ingeniero White, el servicio de tranvías y los de electricidad, agua corriente y gas. Si vivienda de la primera cuadra de la avenida Alem –hoy bien patrimonial de la ciudad y propiedad del Conicet—era el centro habitual de concurridas reuniones sociales, donde se juntaba lo más selecto de la sociedad bahiense. A fin del año pasado, en el mismo ambiente que muestra la fotografía, la editorial de la Universidad del Sur presentó la reedición de su libro Mi vida de Ferroviario Inglés en la Argentina, editado en 1949. Acaso el mejor homenaje a su memoria.
La magia del séptimo arte. Primera cuadra de calle O’Higgins. Una maravillosa marquesina con luces circulares de Neón y otras de llamativos colores marcaban la presencia del cine Odeón. Su fachada ya había sido modificada con atractivas líneas art déco y la sala se posicionaba como una de las más concurridas de la ciudad. Su historia se extendió hasta 1966, cuando la aparición de la televisión y otras atracciones fueron generando una merma en la cantidad de espectadores que concurrían a los cines en general.
Las cortadas del mercado. Calle Olivieri. Vista desde Donado hacia O’Higgins. Una de las particulares “cortadas del mercado de abasto”, la obra construida a fines del siglo XIX que ocupaba una generosa franja de terreno entre esas dos calles. Allí llegaban cada día los quinteros de la zona trayendo sus productos, como también pescadores y frigoríficos. Con el tiempo la ubicación terminó siendo totalmente inconveniente para este tipo de tareas: ruidos en la madrugada, malos olores, falta de limpieza, “una cáncer urbano” se llegó a decir. El mercado fue expropiado en la década del 50, administración de Norberto Arecco, y demolido a fines de los 60, para dar lugar al mercado Municipal, con acceso desde Donado. La otra mitad del terreno, sobre O’Higgins, estuvo a punto de ser vendida pero finalmente se impuso la idea de construir la bautizada, en 1978, plaza del Sol. Hoy todo el área está siendo tratada y reconvertida para establecer un sitio peatonalizado.
El creador del chiplú. En el último puesto del flamante Mercado Modelo inaugurado en 1959, con acceso por calle Yrigoyen, ubicó su modesto puesto don Pedro Sabas, en un rincón, con un limitado servicio de comidas al paso, sobre todo pizzas y empanadas, y la novedosa venta de tapas para empanadas. Cuando el mercado amplió sus instalaciones con otra galería, con acceso por calle Zelarrayán, Sabas se mudó a un local mejor ubicado, al que siguió llamando El Rincón. Allí creó, para delicia de varias generaciones de bahienses, el mítico Chiplú, un pan con una masa de chorizo adentro que fue furor entre estudiantes y trabajadores.
El Napostá escondido. Avanza una de las obras hídricas más importantes realizada por la provincia de Buenos Aires en la ciudad: el entubado del arroyo Napostá, en el tramo comprendido entre calles Casanova y Estados Unidos. La comenzó en 1978 y se extendió por más de cinco años. Durante décadas los vecinos al arroyo y las sociedades de fomento impulsaron pedidos para que se concretara esta obra. Los argumentos principales eran que el arroyo quebraba la continuidad de la trama urbana, que era un sitio donde se volcaba todo tipo de residuos y un foco infeccioso por el mal uso que hacían las industrias. La idea original de concretar una avenida sobre el entubado nunca se concretó y hoy tiene intervenciones aisladas, entre ellas el paseo de las Esculturas y el Boronat.
El lugar de los maestros. Bodas de oro de la Escuela Normal, establecimiento creado en 1906. Varias generaciones de bahienses concurrieron a esta escuela que desde 1921 y hasta 1973 funcionó en una atractiva casona de Brown y Villarino, un edificio construido originalmente para servir como sede social de la Unión Vasca y luego adaptado como escuela. Mudada la escuela a sus nuevas instalaciones de 11 de Abril al 400, el inmueble quedó desocupado y a la venta. En un estado edilicio muy malo, sus nuevos propietarios decidieron rápidamente su demolición, para pena y sentir de quienes se educaron en sus aulas. Hoy en esa esquina funciona una playa de estacionamiento.
Llega la ofrenda. Es 1946 y un grupo de trabajadores se las ingenia para subir la pesada estatua de bronce que forma parte del monumento a Rivadavia. Han pasado 17 años desde que Luis Rovatti obtuviera el primer premio en el concurso organizado por la municipalidad para, con fondos aportados por el estado nacional, erigir esa obra en el centro de la plaza principal de nuestra ciudad. La burocracia, el olvido, los cambios políticos y otros condimentos propios de nuestra idiosincrasia demoraron la ejecución. En 1945, la idea de un circunstancial comisionado municipal de ubicar en la plaza el monumento a San Martín que estaba en el parque generó el impulso necesario y Rovatti pudo completar su obra. Así fueron llegando las partes del monumento desde su taller de Palermo. En la fotografía, la mujer que corona la obra, que lleva en sus manos una ofrenda. Una curiosidad: el proyecto ganador tenía en ese lugar la figura de un hombre con una antorcha. Algo cambió en esos años y el lugar le fue dado a una mujer.
Un manto de piedad. Casi en el medio de la nada, se recorta sobre el cielo la silueta de la Iglesia y la escuela de oficios de La Piedad. Construidas a fines del siglo XIX –fue bendecida en 1894-- por iniciativa del empresario Luis D’Abreu, fue una donación para alentar la radicación de los trabajadores del ferrocarril Buenos Aires al Noroeste y que sus hijos tuviesen ocasión de asistir a una escuela donde tener un oficio. Para su inauguración llegó desde Buenos Aires una nutrida comitiva de personalidades, entre ellas el mismísimo presidente de la Nación, Luis Sáenz Peña.
La veredita del sol. Así se mencionaba a la vereda de la primera cuadra de calle Chiclana, donde cada mañana se reunían decenas de bahienses para comentar los últimos acontecimientos de la ciudad, políticos, deportivos, sociales o simplemente prestarse a la charla circunstancial. Dos negocios concentraban a los concurrentes: el bar Londres y el Café Nº 1, tradicionales y acogedores. Era el espacio de encuentro por excelencia de las mañanas bahienses. La imagen es de junio de 1966, Juan Carlos Onganía había derrocado al presidente Arturo Illia y los comentarios estaban a la orden del día.
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Fotos: Archivo - La Nueva.