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Coloribus Materia y símbolo en la diversidad cromática medieval

Luz y color

La Edad Media fue un período profundamente colorido. Esta idea contrasta con la desdeñosa imagen popularizada por la tradición popular, en la que se presenta a esta época como oscura y retrógrada. Lo cierto es que esa imagen deturpada de una Edad Media ausente de luz y color se la debemos al Renacimiento italiano y a la crítica francesa del siglo XIX. En todas las facetas de la vida cotidiana, el color está presente no solo para entregar valores semánticos añadidos a los objetos, sino también para señalar prominencia, una determinada clase social, distinción o connotaciones emotivas propias de los sentimientos.

Actitudes y sensaciones

En la Edad Media el uso del color atravesó momentos en los que era plenamente aceptado por los teólogos (cromofilia) y etapas en las que se rechazaba su uso (cromofobia). El mejor ejemplo se representa con la dualidad entre dos posturas: por una parte, el abad Suger de Saint Denis y los benedictinos de Cluny, que conscientes del valor de la luz al reflejarse en los objetos, entendían el color como una asimilación de la obra de Dios, inundando sus templos con ellos; por otra, San Bernardo y los cistercienses veían una relación entre el color y la materia en un intento inútil de ocultar la verdad. El origen de la palabra color en el verbo celare –que significa esconder, guardar– les animaba a interpretar que los colores engañaban a la vista para esconder la realidad, por lo que debían ser rechazados en sus monasterios.

La restauración del Pórtico de la Gloria y la recuperación del color

Los colores y los pigmentos medievales

Rojo

El color rojo, color secundario situado entre los amarillos y los violetas, se caracteriza por tener una estrecha relación con las sustancias naturales provenientes de la tierra. Su uso se extiende desde la más temprana Antigüedad, en la Prehistoria, con los vestigios de las pinturas rupestres paleolíticas hasta la actualidad, siendo uno de los pigmentos que contempla un uso más extendido en el tiempo.

SIMBOLISMO DEL ROJO

El rojo en la Edad Media se vincula al elemento fuego, al fervor de la sangre y, por ende, a la calidez del amor divino, que traspasa los corazones de los fieles. Es el color de la pasión y del sufrimiento, pero no con una connotación negativa de destrucción y muerte, sino vencedora a través de la lucha y la victoria por la sangre. Es el color de la guerra santa y también el color del martirio, de quienes han dado su vida por la defensa de la fe. Incluso, los cardenales desde el siglo XIII visten de púrpura –variante del rojo violáceo– como soldados de la fe y del Papa. Es el color de las relaciones del corazón, como la amistad, la caridad o el amor, por eso se asocia también con los Apóstoles –especialmente con San Juan y Santiago el Mayor– que eran los discípulos más cercanos a Cristo. En la Baja Edad Media es un color de realeza, propio de los dignatarios, magistrados y símbolo del poder terrenal. El rojo tiene también connotaciones negativas, asociadas al fuego del infierno y al pecado de la lujuria, como amor mal canalizado hacia los placeres corporales

EL ROJO EN LA LITURGIA CRISTIANA MEDIEVAL...

El color rojo se reserva para la Pasión de Cristo, utilizado en el Domingo de Ramos, en la liturgia del Viernes Santo –a veces sustituido por el negro– y en las solemnidades y fiestas que son propias del Espíritu Santo –al que se representa con el fuego–, como Pentecostés, en la que también se conmemora a los Apóstoles. Por extensión, se utiliza también en las fiestas individuales de los Apóstoles, que dieron su amor por Jesús, y de los santos mártires, que derramaron su sangre por la fe en Cristo. En las vestimentas sagradas puede verse mezclado con el oro o sustituido muy frecuentemente por colores análogos como el púrpura o el bermellón, dependiendo de los materiales y de las tradiciones locales. El color rojo púrpura es el propio de la vestidura talar de los cardenales desde la Baja Edad Media, en alusión a su carácter de soldados de Cristo para defender la fe.

El Sueño del Papa Sergio
Detalle del Políptico de San Bavón
Misa de San Gregorio, Museo de Burgos

La gama de pigmentos rojos utilizados en la Edad Media es tan variado como complejo, ya que podemos encontrar en ella tanto pigmentos naturales como las tierras rojas más conocidas como rojo de óxido de hierro u ocre rojo y cinabrio, como los sintéticos como el bermellón o el minio, obtenidos a partir de la manufactura humana. También hallamos pigmentos laca como la laca de granza, laca de verzino obtenida a partir del palo de Brasil o la hiedra entre otras.

Tres casullas rojas en diferentes tablas medievales.

Violeta

El color violeta es un tono intermedio entre los colores azul y púrpura. El uso de este color se remonta al siglo XVIII a. C., con el uso del púrpura en las zona de Creta, las cuencas del Mediterráneo Oriental y Asia, y posteriormente del folium y otros tintes vegetales, en la Tardoantigüedad y la Edad Media, cuyo proceso de fabricación se basa en fermentaciones o cocciones.

SIMBOLISMO DEL VIOLETA

El violeta es un color con mucha profundidad semántica en el mundo Medieval. Por un lado, es el color de la pena, la aflicción y la angustia, como elementos cargados de emotividad: el violeta es el rojo de la sangre apagado por la pena. Sin embargo, el violeta es el color de la conversión, de quienes estaban en el camino equivocado y encuentran la salvación, casi siempre a través de la penitencia y de la expiación pública de los pecados. El violeta recuerda a la flor del mismo nombre, que sobresale entre el resto de las flores por su original color. Por ello, también se vincula a la sabiduría, precisamente por la mezcla del azul y el rojo, que propicia visualmente sensación de tranquilidad, la calma y el control. A nivel material, en la vida cotidiana estaba muy restringido, porque al estar producido con materiales escasos y caros no estaba al alcance de todas las personas: es por tanto señal de lujo. Por eso es un color muy vinculado a las artes suntuarias y a los ajuares rituales, tanto funerarios como propios de las grandes fiestas y boatos reales e imperiales de la Edad Media, especialmente en su variedad púrpura en el encuentro con el rojo.

EL VIOLETA EN LA LITURGIA CRISTIANA MEDIEVAL...

El violeta es un color muy versátil. Por un lado, se utiliza para suplir al color negro como símbolo de expiación en las celebraciones de difuntos y en el sacramento de la penitencia. Por otro lado, es el color de la espera junto con el verde, por eso en algunos lugares se utilizaba en todo el tiempo de Adviento y en el tiempo de Cuaresma, como tiempos de espera hasta la Navidad y la Pascua. También es el color de la angustia y de la Semana Santa, en cuanto a prolongación directa de la Cuaresma: del Domingo de Ramos al Miércoles Santo. El uso del violeta no se diferenciaba normativamente del negro dentro de la liturgia medieval. Y aunque acabó por imponerse el color negro en las celebraciones más tristes de la Baja Edad Media, las evidencias materiales señalan que en la Alta Edad Media primaba el uso del violeta.

Detalle de la Exhumación de San Huberto
Capital miniada con procesión del Corpus Christi

Debido al costoso proceso de fabricación el pigmento de tono violáceo más destacada es la púrpura de Tiro, destinado a objetos suntuarios de gran calidad. Tras el agotamiento de las fuentes de moluscos en las costas mediterráneas se recurrió a otros tintes vegetales que aportasen este mismo tono, como el folium o la orceína, ambos colorantes que deben convertirse en pigmentos laca en formato polvo para su posterior aplicación en soportes como las tablas, los pergaminos o el muro.

Detalle de ilustraciones violetas en el Libro de Kells

Azul

El color azul, tono primario en espectro cromático, se caracteriza por estar presente en gran cantidad de elementos del mundo mineral que nos rodean. Estos pigmentos han sido utilizados con afán colorante desde la Antigüedad, más concretamente en civilizaciones como la egipcia y mesopotámica, hasta la actualidad con materiales de fabricación contemporánea.

SIMBOLISMO DEL AZUL

En la Edad Media el color azul era el propio de la bóveda celeste, remitiéndonos al momento de la creación del mundo y a la configuración del cielo y las estrellas por parte de Dios. Es el color del elemento del aire, asociado al respirar de los seres vivientes pero también al insuflar vida, como gesto creador. Como color oscuro, en algunos casos se asociaba al sufrimiento y al duelo, pero cobra una importancia simbólica específica a partir del siglo XII, cuando comienza a asociarse con la Virgen con connotaciones marcadamente positivas. De esta manera, y en paralelo a su vinculación con el cielo, en las imágenes bajomedievales la Virgen comienza a portar un manto o vestido de color azul intenso y brillante, como signo de honor. Esta costumbre se extenderá al mundo civil y a las ropas de dignatarios y monarcas a partir del siglo XIII, como San Luis, rey de Francia. De forma paralela, el color azul fue adquiriendo connotaciones marianas y de honor, como color suntuario, noble y de rango elevado para quien lo viste, como lo fue el púrpura en la Antigüedad.

EL AZUL EN LA LITURGIA CRISTIANA MEDIEVAL...

El azul carece de un uso específico dentro de la liturgia medieval, como color asociado a determinados momentos del año litúrgico. Su ausencia en las fuentes litúrgicas principales contrasta con la aparición de algunas representaciones iconográficas de clérigos que utilizan este color en las casullas o estolas. Esto puede deberse bien a una falta de rigor en los colores elegidos para decorar las imágenes, bien a una sustitución no reflejada en las fuentes por la que el color azul podría usarse en aquellas festividades más solemnes –por su sentido de color noble a finales de la Edad Media– o bien en sustitución de otros colores, como el negro o el morado, con los que guarda una cierta relación cromática. No se han conservado prendas litúrgicas que testimonien un uso real de este color dentro del culto cristiano y las referencias al azul como color de la liturgia de la Inmaculada son propias de la Edad Moderna hispana.

Sacerdote de rodillas ante el Santísimo Sacramento en la Custodia
Sacerdote preparando las lecturas en el ambón

Los diferentes tipos de pigmentos azules que más se utilizaron para la realización de obras de arte medieval fueron: azurita, aerinita, lapislázuli e índigo. En cuanto a su extensión geográfica, los lugares más destacados del uso del azul fueron Francia, Alemania o Flandes.

El uso del azul en pintura e iluminación de manuscritos

Verde

El color verde, fruto de la suma de azules y amarillos, se caracteriza por su amplia relación con las sustancias compuestas por elementos de cobre, presentes en la naturaleza o fabricados por el hombre. Su uso data de la Antigüedad, cuando los egipcios utilizaban mezclas de azafrán e indigo, malaquita o mixturas de azul egipcio con ocre amarillo para obtener estas tonalidades.

SIMBOLISMO DEL VERDE

El color verde es el color del mundo natural en la Edad Media, los elementos vegetales, del agua, de la estación de la primavera y del renacimiento. Inspira sentimientos como la fuerza y la inmortalidad, que se transmite con el verdor de las plantas cuyos brotes afloran nuevamente cada año, a pesar de que parezcan inertes en el invierno parecen muertas. Está presente en las decoraciones vegetales de numerosos manuscritos y obras polícromas sobre piedra y madera, para significar la naturaleza y la vegetación. Es un color que evoca la idea de esperanza, del anuncio de algo que va a llegar. Por el contrario, también es el color de la serpiente y, por extensión, lo demoníaco, el mal y el Pecado Original cometido por Adán y Eva. Por ello, se utiliza también para representar a numerosos monstruos junto al amarillo y al negro. En el mundo islámico medieval el color verde se asocia a una de las tres cosas a las que Mahoma atribuye propiedades esencialmente positivas, junto al agua y a una cara hermosa. Es también el distintivo de la dinastía fatimí y característico del reflejo de numerosos ejemplos de artesanía en loza que se conservan en la actualidad.

EL VERDE EN LA LITURGIA CRISTIANA MEDIEVAL...

El verde es un color litúrgico muy interesante, por su carácter complementario a otros colores. A este respecto, Lotario de Segni –más tarde Papa Inocencio III– comenta en una obra del siglo XIII que el verde es el color que está entre el blanco, el negro y el rojo, aludiendo a su complementariedad de uso en la liturgia. Es por ello por lo que en los ritos cristianos del medievo se utiliza en las ocasiones en las que no está vigente ninguno de los otros colores litúrgicos principales. Esto es, en los domingos y días de semana dentro del llamado Tempo per annum, es decir, el actual Tiempo Ordinario. En general, el verde simboliza en la liturgia el tiempo común de permanente esperanza, de riqueza en lo ordinario y de renacimiento: tanto por la Resurrección de Cristo como por la idea de la actualización perenne de su sacrificio en la cruz mediante el sacramento de la Eucaristía.

Ordenación de San Valerio como diácono
Aspersión del agua en el Gradual Olivetano

El abanico de pigmentos verdes en la Edad Media no es muy profuso, ya que podemos encontrar una variedad mineral que se repetirá a lo largo del contienente, centrada en tierras verdes, malaquita, verdigrís y otros pigmentos derivados del cobre. También podríamos añadir tintes vegetales como las bayas de espino o las iridáceas aunque ninguno de ellos se usa con normalidad debido a su poca durabilidad.

Amarillo

El color amarillo, tono primario en espectro cromático, se caracteriza por estar presente en muchos de los elementos vegetales y minerales que nos rodean. Han sido utilizadas con propósito colorante desde la Antigüedad, con el uso de tierras en las pinturas rupestres, hasta la actualidad con materiales de síntesis contemporánea.

SIMBOLISMO DEL AMARILLO

En la Edad Media, el amarillo es un color ambivalente, dependiendo de su luminosidad. Por un lado, el amarillo brillante es el color dorado, que recuerda a la luz, al calor y a la energía divina que emana el oro con sus destellos. Por otro, el amarillo apagado acumula todas las connotaciones negativas: es un falso dorado, que nos recuerda al oro pero que no llega a sus propiedades. Es el color de los demonios y de las criaturas malignas; el color del azufre, mineral del diablo, cuyo olor nos espanta. También es color de la mentira, de la traición, de la codicia y de la envidia, asociándose por ello a Judas como modelo de traición al igual que a Ganeló de la Chanson de Roland. Por ello, se aplica también a los herejes en general y a los marginados en particular, por analogía con el malhumor corporal y el color de tez que presentaban de los enfermos de hígado. Precisamente, los relegados al margen comienzan en algunos lugares a portar distintivos amarillos para identificar su condición, a modo de brazaletes de este color. En las representaciones iconográficas, son frecuentes las imágenes de demonios, criaturas malignas, herejes y personajes asociados a la traición decoradas con motivos amarillos.

EL AMARILLO EN LA LITURGIA CRISTIANA MEDIEVAL...

El amarillo carece de un uso específico dentro de la liturgia medieval. No así el dorado, que es el color de la gloria de Dios, manifestada en la Encarnación de Jesús. Por ello, el color dorado –que deriva del amarillo brillante– significa lo mismo que el color blanco: la pureza, la inocencia, la divinidad y la santidad, que son emanadas de Dios a los hombres. Se utilizan ornamentos litúrgicos dorados en las mismas solemnidades donde está prescrito el blanco: las grandes celebraciones vinculadas a la vida de Cristo, a la Virgen y a los santos. En especial, el color dorado se utiliza en la confección de los ornamentos litúrgicos entremezclado con los restantes colores para reforzar el valor solemne de las vestiduras más importantes, en aquellas iglesias o catedrales que se los pueden permitir por el gran valor de los materiales utilizados en su confección.

Los pigmentos amarillos que podemos encontrar con mayor frecuencia en la Edad Media constan de una gran variedad de tipologías, ya sean pigmentos naturales de carácter mineral derivados de las tierras amarillas como el ocre amarillo, el oropimente o el realgar; de factura sintética como el amarillo de plomo y estaño, o metálicos como el oro.

Blanco

El color blanco, considerado color acromático junto con el color negro, se caracteriza por su estrecha relación los pigmentos procedentes de la tierra y de la manufactura humana, como los derivados del plomo, zinc, estaño o titanio. Su uso se puede rastrear desde la Prehistoria hasta nuestros días.

SIMBOLISMO DEL BLANCO

El color blanco es el símbolo principal de la luz y de lo eterno. Por ello se asocia directamente con Dios –uno y trino–, con los ángeles –criaturas de luz–, y con los santos. Es el color de la ancianidad de Dios Padre, como símbolo de la experiencia, por eso se asocia a los ancianos del Apocalipsis y al Papa. También es símbolo de virginidad y de pureza, por eso se asocia con la Virgen María y con todas las santas vírgenes que murieron en castidad. Por extensión, se asocia con todos aquellos que han sido iluminados con el don de la santidad, pero que no han sido afectados por la sangre roja del martirio. Los animales más vinculados a la inocencia o la suavidad –como el unicornio, la oveja del sacrificio o el cordero de Pascua–, se relacionan con valores positivos por su pelaje blanco y su vinculación a lo divino. El blanco también es el color de la paz, como la paloma que Dios hace volar sobre Noé, para hacerle llegar el fin del diluvio y, por ende, la paz entre Dios y los hombres. Por extensión, el color blanco simboliza la alegría y el júbilo de las situaciones de celebración, como los acontecimientos más festivos del año.

EL BLANCO / DORADO EN LA LITURGIA CRISTIANA MEDIEVAL...

Se utiliza el color blanco en las principales celebraciones vinculadas con la vida de Jesús, con la vida de la Virgen y con las conmemoraciones de los santos no mártires. También para recordar las fiestas de los ángeles y de aquellos que confesaron la fe en su vida, pero no murieron por su causa. Fiestas tan importantes como la Navidad, la Epifanía, la Purificación, la conmemoración de la Última Cena el Jueves Santo o el Domingo de Pascua utilizaban en la Edad Media vestiduras litúrgicas de color blanco, sustituidas en algunos casos por el dorado. Por extensión, se vestían vestiduras blancas también en los dos tiempos fuertes que siguen a la Navidad y a la Pascua, así como en las fiestas eucarísticas como el Corpus Christi, en la administración del sacramento del bautismo –incluso se vestía al neófito con un traje blanco–, en las sagradas órdenes y el matrimonio. Simboliza la pureza y, por eso, es el color de las prendas básicas interiores comunes a todos los ministros ordenados.

Saludo episcopal al comienzo de la misa
Consagración del Templo

En la Edad Media, debido al desconocimiento en la producción de pigmentos de titanio y zinc hay que destacar al blanco de plomo como máximo referente de las materias colorantes. No hay que obviar el óxido de zinc utilizado en esmaltes o el yeso y el carbonato cálcico, usados como pigmentos y cargas de colores menos cubrientes.

Negro

El color negro, también considerado ausencia total de color por su absorción casi completa de luz, se caracteriza por su relación directa con el carbón y derivados minerales del carbono como el grafito y restos calcinados de origen vegetal y animal. Su uso tiene antecedentes comprobados desde el Paleolítico Superior debido al material básico con el que se puede fabricar, de fácil obtención y con un proceso de poca complejidad técnica.

SIMBOLISMO DEL NEGRO

Durante la Edad Media el negro se ve imbuido de la percepción del mundo y pasa a ser, primeramente, un color perteneciente a la paleta cromática del diablo. Se asocia al pecado, a las tinieblas, a la muerte, a animales de los que desconfiar –como el cuervo, el oso, la lechuza, el lobo o el jabalí– y, en paralelo, a los pecados capitales de la cólera y la avaricia. Sin embargo, esta concepción negativa convive con un significado positivo a partir del uso del negro en los ropajes y vestimentas, especialmente en dos ámbitos: en el eclesiástico, porque el traje talar clerical es de este color, junto al hábito monacal de los benedictinos (a quienes se les conocerá como monjes negros en contraposición a los cistercienses, que visten de blanco); en el cortesano, el negro se incorpora tanto a nivel heráldico como en las vestimentas de más dignidad de la aristocracia, simbolizando entonces sabiduría, de autoridad, de dignidad, prudencia, fe y silencio. Esto, en paralelo a la literatura de caballerías que hace aparecer personajes como el “caballero negro”, de buenas intenciones, pero sin identidad, diluyen su connotación negativa hacia una dicotomía ambivalente de significados en el Otoño de la Edad Media.

EL NEGRO EN LA LITURGIA CRISTIANA MEDIEVAL...

El negro era el color litúrgico del duelo, de las misas de difuntos y de los tiempos de espera en algunas zonas del Occidente medieval. Se utilizaba también en algunos lugares durante el tiempo de Adviento –semanas anteriores a la Natividad de Jesús-, y también en el período que va desde la Septuagésima hasta antes de la Pascua, que incluye la Cuaresma, como tiempo de espera hasta la Resurrección de Cristo. En algunos lugares se utiliza también en días como el Viernes Santo, aunque en otros emplazamientos geográficos –especialmente antes del siglo XIII– su uso se utiliza de forma intercambiable por colores como el rojo o el morado. Con este color se adornan los ornamentos litúrgicos exteriores, conservándose varios conjuntos de prendas negras para la liturgia de difuntos. Es también el color del traje talar con el que visten los clérigos cada día (más tarde llamado sotana) y también del hábito benedictino.

Debido a la facilidad para su obtención, todos los pigmentos de negro son utilizados durante la Edad Media, siempre dependiendo del resultado buscado por el artista en el acabado final de la obra (cubrición, intensidad, acabado, etc). Algunos a destacar serían los obtenidos a partir del carbón, de marfil, de sarmientos o de vid, de huesos de frutos y cáscaras y de huesos.

CRÉDITOS

Comisarios de la exposición

  • Ana Cuesta Sánchez
  • Ángel Pazos-López

Credits:

Creado con una imagen de Stephanie LeBlanc - "untitled image"

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