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Lola Álvarez Bravo y el retrato fotográfico Vínculos laborales, afectivos y sororidad en el arte moderno mexicano

Con esta breve exposición virtual, el Museo de Arte Moderno se suma a la celebración de los 118 años del nacimiento de Dolores Martínez de Anda, mejor conocida como Lola Álvarez Bravo (Lagos de Moreno, 1903*-Ciudad de México, 1993), fotógrafa, galerista y promotora artística.

En un mundo contado en masculino, Lola adoptó los apellidos de Manuel Álvarez Bravo, su esposo. Este uso del nombre respondió a que, durante sus años juntos (1925-1934), Lola se inició en la experimentación fotográfica y fue la manera que optó para darse a conocer en los distintos círculos que frecuentó a lo largo de su vida.

Impulsora de la equidad de género, se manifestó a favor del sufragio femenino. Su producción artística se distanció de los estereotipos sobre las mujeres y, desde una mirada íntima, retrató la vida de indígenas, la maternidad y la infancia y la participación de aquellas en la vida pública y profesional. En este sentido, a través de sus fotografías generó lazos de empatía, amistades y vínculos laborales.

Lola Álvarez Bravo y el retrato fotográfico es un guiño a la figura de esta destacada artista y al papel tan importante que tuvieron las mujeres en la transformación del arte moderno mexicano, en el que existió una red de sororidad y colaboración sólida y cercana.

La amistad de Lola y María Izquierdo (1902-1955) inició cuando se conocieron en la década de los veinte. Ambas compartieron el mismo ánimo por describir su experiencia como mujeres dentro del arte, la primera a través de su cámara y la segunda mediante su pintura y en la prensa de la época.

Invitación para Exposición de Carteles Revolucionarios, 1935. Acervo MAM

Fueron integrantes de la LEAR (Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios) donde formaron el Sector Femenil. Como parte de este, organizaron, en 1935, la exposición Carteles Revolucionarios, la cual se mostró en la Ciudad de México y, posteriormente, en Guadalajara. En la foto del lado izquierdo, tomada durante la apertura de la muestra, se observa a ambas junto con las otras artistas participantes. Llama la atención, el gesto amistoso entre ellas.

Lola Álvarez Bravo, María Izquierdo, 1928. Acervo MAM

En este retrato que Lola toma de María, vemos a la pintora con una blusa abotonada de terciopelo, falda, bombín, pulseras y aretes, muy a la moda de la época. Está recargada sobre un muro. La suma entre el gesto corporal —las manos sobre la cintura—, la desnudez del fondo y la mirada —que se dirige fuera del encuadre fotográfico— confiere fuerza y decisión y nos revela una nueva mirada sobre lo femenino, más allá de la imagen idealizada de la musa o de la mujer objetivada.

Otra de las relaciones entrañables de Lola Álvarez Bravo fue con la pintora, poeta, música, actriz y modelo Isabel Villaseñor (1909-1953), a quien probablemente conoció en el rodaje de la inacabada película ¡Que viva México! (1930), de Sergei Eisenstein.

Lola Álvarez Bravo, El ensueño (Retrato de Isabel Villaseñor), 1941. Acervo del Museo de Arte Moderno

El ensueño—de la cual se conocen varias tomas en las que Isabel gira el rostro y arquea el cuello— es cercana a las exploraciones que Lola realizó influenciada por el surrealismo. Nos sumerge en un paisaje onírico donde la naturaleza pareciera fundirse con la silueta de su modelo. El vestido destaca el movimiento sutil del cuerpo, en juego con la luz. La cabellera negra se funde con el tronco en el que reposa Isabel, cuya figura toma la forma de este. Los pies terrosos descansan en distintas posiciones: el izquierdo en el piso y el derecho sobre la orilla del leño.

Sin duda, Frida Kahlo fue una de las mujeres más admiradas por Lola, lo cual se refleja en la larga serie de retrato que hizo de ella . Su relación se remonta a cuando otra gran fotógrafa –Tina Modotti (1896-1942)– las presentó junto con sus respectivos maridos.

Frida Kahlo, 1944. Acervo MAM

Lola realizó una serie de retratos a Frida Kahlo, dentro de su Casa Azul (ahora Museo Frida Kahlo).

En estas dos fotografías, de mediados de los cuarenta, Frida posa en lo que por la luz pareciera ser un espacio abierto. En ambas —tomas cerradas y de medio cuerpo— está sentada. Cada retrato, se introduce a la psique de Kahlo y revela sus emociones: mientras que en una esboza una ligera sonrisa y mira hacía arriba cubriéndose con una mano del sol; en la otra reposa su rostro melancólico sobre su mano.

Al interior de la casa, las tomas capturan la personalidad de Frida Kahlo en su espacio de mayor intimidad: la alcoba, donde solía pasar largas jornadas de reposo y trabajo en su cama.

Frida Kahlo, 1950. Acervo del MAM
Frida Kahlo, 1953. Acervo MAM

Un año antes de su muerte, Frida mira a la lente de su amiga desde su silla de ruedas. Su rostro y cuerpo desgastado por una reciente amputación se contrapone con una mirada severa y a la vez cansada. Sus labios guardan una palabra que está a punto de decir, al momento de que Lola dispara. La decisión por parte de Lola de hacer una toma abierta, nos acercan a los intereses políticos y relaciones de amistad de Kahlo. La cabecera de su cama está cubierta por retratos de amigos y familiares queridos e imágenes de ideólogos y líderes de izquierda relevantes para ella (Marx, Trotsky, Lenin, Stalin y Mao). A un lado de Frida, hacia arriba, cuelga una foto de caudillos y la pintura de Los cocos (también en el acervo del MAM)de su autoría.

En su proyecto de Galería Arte Contemporáneo, fundada en 1951, Lola realizó, en México, la primera exhibición retrospectiva de Frida Kahlo en vida (1953) (ver video). También organizó un homenaje póstumo de la obra de Isabel Villaseñor (1954). En el caso de María Izquierdo, incluyó su obra más de una vez en exposiciones colectivas, tanto en los muros de la GAC (1951) como en colectivas fuera de esta, por ejemplo, en una muestra organizada por la galería en Guadalajara (1953).

Lola Álvarez Bravo nos muestra a través de su fotografía la abundancia de mujeres profesionales –artistas e intelectuales– presentes en la vida cultural del México posrevolucionario y moderno. Estas fotos no sólo evidencian complicidad y cercanía entre ellas; muestran una relación de apoyo mutuo en la que su amistad se ampliaba hacia el respeto y reconocimiento.

* Distintos escritos señalan que Lola Álvarez Bravo nació en 1907. Sin embargo, a partir del descubrimiento del acta de nacimiento de la fotógrafa, la investigadora Elizabeth Ferrer, apunta que fue en 1903.

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