3 PM, Buenos Aires, subte línea B, dirección hacia Alem, hace frío.
Disculpá, ¿vos vas a Congreso? ¿Sabés dónde tenemos que bajar?
Una veintena de adolescentes, provenientes del conurbano bonoarense, a las afueras de Capital Federal, no saben cómo llegar a la cita por el aborto legal en afueras del parlamento argentino. El proyecto de ley se presenta por octavo año consecutivo en Argentina y la marea verde se encargará de llevar a estas y otras jóvenes hasta el punto de destino.
¡Sí! Bájate en estación Callao, va a ser clarito.
¡Y en qué forma! Mujeres y disidencias de todas las edades, con los pañuelos verdes y pancartas, glitter, cantando las consignas, copan los medios de transporte para llegar a aquel sitio en el que el año pasado se estuvo muy cerca de concretar un aborto legal, seguro y gratuito para todas las mujeres en este país. Una victoria que desató un grito global, expandiéndose como una ola, principalmente, por toda América Latina.
A las 17:30 se tiene planeado un pañuelazo y una conferencia de prensa para hablar sobre este nuevo intento para adquirir este derecho. Aunque la OMS dice que “los países con leyes menos restrictivas sobre el aborto tuvieron en general menores tasas de abortos que los países con leyes más restrictivas” y la ONU recomienda que ”los Estados deben eliminar las disposiciones legales que castigan a las mujeres que se han sometido a un aborto o a los médicos que ofrecen estos servicios”, quienes gobiernan y legislan, en general, prefieren cerrar los ojos y hacer caso omiso a la advertencias.
“Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar”
Canta un centenar de adolescentes que se instalaron frente al legendario cine Gaumont. Edades entre 11 y 15 años, hacen un círculo al estilo de un moshpit, al medio las mochilas de todas, una con un megáfono va dirigiendo lo que se canta.
Tocan el bombo, los tambores, hacen coreografías, se agachan mientras empiezan a entonar el canto y a medida que lo repiten, tipo mantra, van subiendo los decibeles junto con el cuerpo, hasta que empiezan a saltar eufóricas poniendo el alma en cada palabra.
¡Arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer!
Juventud, muchísima juventud; y no solo eso: juventud organizada. Como ese grupo hay muchos más en los alrededores ¿Qué estabas haciendo vos cuando tenías 13 años?
Adentro del Congreso, Yamila Picasso, activista de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, habla sobre la importancia de esas jóvenes.
“Quienes han sostenido esta marea verde fueron las pibas, les pibes, al tomar como propio este derecho que hace tanto vienen exigiendo. Y lo están teniendo en cuenta dentro de su agenda estudiantil. Se organizan no solo con el tema del aborto, si no que saben y exigen recibir métodos de anticoncepción. Saben y reconocen que hay una ley, la ESI (Educación Sexual Integral) y se sigue pidiendo su correcta aplicación”.
En sus dos minutos en la conferencia de prensa “oficial”, hace hincapié en la educación una y otra vez.
“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir” es el eslogan de la Campaña, cuando lo dice, quienes están en la sala, la más grande del Congreso, rebalsada de gente, todas lo repiten orgullosas.
“Es una deuda histórica de la democracia”, me dice Yamila y me pasa data: la cantidad de gente que asistió a las movilizaciones en Córdoba fue igual a la de las vigilias del año pasado. Mientras que en Tucumán se duplicó la gente. “Estoy impactada por este apoyo y que la sociedad siga revolucionada por este derecho que venimos exigiendo”, se emociona.
La alegría es contagiosa y aunque el aborto sea algo muy triste y doloroso, la hermandad de las mujeres convierten estas jornadas en una fiesta feminista, emociones a flor de piel: el corazón nunca dejó de ser verde.
“Mientras estamos debatiendo, siguen muriendo las mujeres por el aborto clandestino” recuerda Yamila frente a las cámaras. Y es que este día empezó con la noticia de la muerte de una mujer más a causa de un aborto clandestino. La fiesta no redime las pérdidas, ni el dolor, ni las ausencias; pero una ley puede evitar futuros decesos.
A mi me impresiona que acá las marchas sean tan fiesteras, en México es todo con mucha rabia y dolor.
Cuenta y se ríe Adriana Rey, una psicóloga mexicana que pertenece a la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos de México. Acompaña la concentración y, acostumbrada a las formas de su país, le sorprenden cosas como la convocatoria en chicas en la edad de la pubertad: las pibas. “Creo que es lo que hace la gran diferencia con nuestras movilizaciones”.
“Siento que hay ‘oportunidades políticas’, en ciudad de México todos decimos que (el aborto) se despenalizó en ciudad de México para legitimar al Gobierno que era de derecha, que llegó en un fraude electoral y que fue un momento clave”
Observa Adriana, cuidadosamente, un juego de la política tradicional con los derechos de las mujeres. En Argentina también es un año electoral, las candidaturas recién se están formando y las feministas están muy pendientes sobre las posturas de quienes se postulan.
Las banderas de las diferentes organizaciones, partidos políticos, centros de estudiantes, pintan las calles. Ya es de noche, pero no hace más frio que antes, porque entre los carbones de los carritos con comida -choripanes, bondiolas y pattys-, tan típicos de las manifestaciones políticas argentinas y el calor humano de las ferias móviles que se instalan hacen que el descenso de la temperatura no se sienta.
Hay de todo para comprar: poleras, bolsos, bijouteria, stickers, accesorios; muchos con carteles de “Precios Anti Macrisis”. Hay que comprender que la oposición en Argentina no es una y que pueden tener muchísimas discrepancias entre sí… al parecer el feminismo ha logrado superar esas diferencias.
“Ninguna mujer se embaraza para abortar”, continúa Adriana. “Para nosotras es retro que solo se use misoprostol. Acá no existe la mifepristona, que asegura que sea un aborto seguro”, explica después.
En (Ciudad de) México, quien quiera abortar va a un hospital especial, le hacen una pericia psicológica para asegurarse que no está siendo obligada (porque eso también pasa), el Estado se asegura que se den las dosis correctas de ambos medicamentos (con la mifepristona duele menos y es más rápido) y luego te dan anticonceptivos, el DIU es el más popular. Así, en tres horas, te ahorras la tortura.
“Desde 2017 solo hubo una muerte en México porque (la paciente) dijo que tenía menos semanas de las que tenía, ¿acá cuántas muertes ha habido desde el año pasado?”, cuestiona. Adriana cierra con contundencia: “yo no tendría un aborto estando aquí, porque no es seguro, porque hay mucha policía buscándote y más cuando eres migrante. Eso te cruza”.
Las vistas aéreas se empiezan a replicar en los medios de comunicación. Congreso está lleno, desde niñas hasta mujeres muy mayores, cruzando todas las edades, disidencias y procedencias. Se mezclan todas, desde arriba no se puede diferenciar quién es quién. No son solo porteñas, vienen de todos lados, también de otros países. El significante puro es el f-e-m-i-n-i-s-m-o.
Hay una veintena de gazebos en las calles aledañas del epicentro, con muchas actividades artísticas, culturales y educativas. Hay charlas, serigrafía al vivo, performances, radio en vivo, ¡hasta un tinkunazo! Las expresiones de la región se concentran aquí y entre esos toldos está el de los pañuelos fucsia de Ni Una Migrante Menos, quienes vienen desde hace años participando de las Asambleas Feministas en Argentina y que de a poco vienen trabajando para ser más reconocidas.
“Las migrantes estamos a favor de la legalización del aborto porque debemos decidir sobre si queremos ser madres o no, sobre nuestro cuerpo, que es (también) nuestro primer territorio y que trasciende las fronteras”, afirma Mariana.
Pertenece a Ni Una Migrante Menos, organización que surgió a partir del Ni Una Menos y que se transversalizó con la problemática de la migración. “También las migrantes tenemos el derecho a decidir y protestar, exigir por nuestras vidas y nuestros cuerpos” exclama Sara, que está sentada a su lado.
“Por lo general las migrantes estamos invisibilizadas en las políticas públicas, en las de salud” explica Chana, también parte del colectivo. “Estamos luchando en este territorio que también es nuestro y que también es vulnerado por nuestra condición de migrantes”, reivindica.
Del otro lado, una compañera llamada Vania complementa que “es justo y necesario construir hermandades entre los pueblos, países y territorios para construir una nueva forma de vida”.
Con su perspectiva internacionalista quieren entender que no solo es declararse parte del Abya Yala, sino que en otros territorios, en otros continentes, también se está buscando que se acabe con el sistema capitalista. Las fronteras fueron impuestas por una historia que no es nuestra, por eso debemos trascenderlas, como lo demuestran los feminismos, hoy mismo, con la Marea Verde.
Por eso la soberanía sobre los cuerpos no solo es para decidir si parir o no, sino para elegir sobre nuestro proyecto de vida, para manejarnos en nuestros territorios en función a nuestras colectividades y nuestros procesos histórico sociales. La conversación con las chicas se extiende en una ronda que se ha formado para hablar de esto, Chana interrumpe y añade que “hay muchas cosas que el patriarcado ha ido oprimiendo y el aborto ha sido una de esas. Pero hay un montón de otras que van ligadas al sistema patriarcal y capitalista”.
-¿Quisieran añadir algo más?
-Sí... ¡que se va a caer, que lo vamos a tirar!
Con algunas modificaciones mejoradas en el proyecto de ley y después de internas dentro de la Campaña para decidir si se presentaba o no el proyecto este año, el 28M fue otra jornada más repleta de historias de vida, de energía y de lucha. Lo que pase en el Congreso lo sabremos luego, lo que pasa en las calles lo sabemos ahora, cuando los pañuelos verdes toman los espacios a favor de los derechos humanos.
Finalmente, ante la arremetida antiderechos, es justo recordar que el aborto es una cuestión de salud pública, no de moral; y que muchas mujeres, estén o no a favor del aborto, han abortado.
Por eso y mil motivos más: ¡que sea ley!
Credits:
Andrea Monasterios