Mujeres en la primera línea de la pandemia COVID-19 de México
Doctoras, enfermeras, policías, operadoras telefónicas, vendedoras, obreras y fotoperiodistas. Estas son sólo algunas de las mujeres que cada día arriesgan su propia salud estando en la primera línea para ayudar a otras personas durante la pandemia por Coronavirus (COVID-19).
Para ellas, quedarse en casa no es una opción. Sin embargo, estas mujeres son más propensas que sus pares masculinos a experimentar salarios precarios; no tienen seguridad social y son discriminadas o incluso atacadas.
La crisis de COVID-19 es un recordatorio de las contribuciones esenciales de las mujeres en la sociedad. Por esta razón, como parte del trabajo de ONU Mujeres en el marco de la Iniciativa Spotlight de la Unión Europea y la ONU, y en coordinación con el Gobierno de México, compartimos las historias de ocho mujeres mexicanas valientes que representan sólo a algunas de las muchas heroínas de la pandemia en el país.
Ilustraciones de Adan Vega
Brenda Abad
Enfermera
En su primer día trabajando para un hospital público en el Estado de México, a Brenda Abad se le asignó un papel en el filtro respiratorio, protocolo diseñado por la Secretaría de Salud para detectar a los infectados por COVID-19.
Brenda forma parte de las casi 500,000 personas en México con un título técnico o especializado en enfermería, de las cuales el 79 por ciento son mujeres.
Durante los turnos nocturnos de 12 horas, tres noches a la semana, Brenda usa un amplio equipo de protección para revisar a los pacientes que llegan al hospital con síntomas del virus. “Al principio me daba mucho miedo contagiarme y andar contagiando”, dice ella, “pero al final tienes que hacer tu trabajo y estás capacitada para ello”.
Los casos sospechosos son remitidos a hospitales especializados para ingreso o pruebas, pero en la medida en que avanza la epidemia encontrar una cama para estos pacientes es cada vez más complicado. Peor aún en el Estado de México, que tiene el segundo mayor número de casos comprobados en el país.
Brenda Abad, de 25 años, es la única proveedora de su hijo de 6 años y de su abuela. Esta situación la obliga a evitar abrazarlos por miedo a infectarlos.
Caminar por las calles con su uniforme blanco nunca había sido un problema para ella en el pasado, pero esto cambió después de que se declaró la emergencia sanitaria. Brenda viajaba desde Coyotepec a su turno de la noche en el hospital cuando un conductor de autobús le negó el servicio. En otra ocasión, ella traía puesta la mascarilla N95 mientras esperaba el autobús cuando unos muchachos pasaron y la agredieron. “Creo que estaban borrachos y desde su auto me gritaron: ‘¡Traes el COVID!’, y me escupieron”, relata Brenda. “Cuando me di cuenta de lo que había sucedido, quise llorar”.
Los reportes de agresiones a enfermeras durante la contingencia sanitaria han aumentado en México. El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) informó que entre el 19 de marzo y el 19 de mayo se presentaron 288 quejas relacionadas con COVID-19. Quince fueron interpuestas por personal de enfermería, 19 por médicos/as y 35 por trabajadoras en centros de salud.
A pesar de las dificultades, Brenda cree que combatir la pandemia ha sido una gran oportunidad para aprender nuevas habilidades y que la situación la ha ayudado a valorar aún más a sus colegas. “Elegí esta profesión para contribuir y cambiar la vida de muchas personas. Si tuviera otra oportunidad de elegir, lo volvería a hacer”, dice.
Texto original de Eugenia Coppel
Dra. Ana Gabriela Mena Rodríguez
Doctora
“Entramos en estado de alerta el 22 de enero, cuando se registraron los primeros casos sospechosos en el estado”, dice la médica de 40 años. Cuando se confirmó la llegada del virus a Jalisco, el 11 de marzo, Ana Gabriela ya había sido promovida a su puesto actual como jefe de la Oficina de la Dirección General de Prevención y Promoción de la Salud. Ahora tiene 75 personas a su cargo.
Ana Gabriela dice que su trabajo se ha vuelto “más agotador” tanto física como mentalmente desde que comenzó la pandemia. Como madre de un niño de 10 años, batalla para equilibrar las responsabilidades familiares, pero dice que obtiene una gran satisfacción al contribuir a la lucha para poner fin a la pandemia.
De hecho, Jalisco es uno de los estados con las tasas más bajas de infección, porque se tomaron medidas preventivas rápidamente. Para el 25 de mayo, el gobierno federal había registrado 1,180 casos y 107 muertes en un estado con 8.3 millones de habitantes.
Aunque la mayoría de los puestos de alto rango en la Secretaría de Salud de Jalisco están ocupados por hombres, Ana Gabriela cree que esto está cambiando. Ha sido promovida dos veces desde finales de 2018. Su promoción durante la actual emergencia sanitaria es un reconocimiento a sus 15 años de servicio dedicado a las y los residentes de Jalisco.
Texto original de Eugenia Coppel
Julia*
Trabajadora de fábrica
Julia* describió como algo “súper apocalíptico” la primera vez que escuchó del Coronavirus. Pero aun así, no se dio cuenta de cuánto iba a cambiar su vida.
Julia trabaja en una fábrica que hace los tubos que se conectan a los respiradores, un equipo fundamental para salvar vidas en la batalla contra el Coronavirus. “Hay dos mangueras, una verde y otra transparente... Nosotras ponemos un filtro en uno que se conecta a la máquina y al final colocamos la cánula, que es la parte que entra en la nariz”, cuenta.
Aunque es propensa a desarrollar asma -considerado un factor de riesgo para las complicaciones de COVID-19-, Julia continúa trabajando todos los días. No sabe cuántas vidas ha salvado, pero le han dicho que la planta de Juárez donde labora es la principal proveedora de México.
Los efectos socioeconómicos de la pandemia son graves para toda la población, pero las mujeres han sido especialmente afectadas. Julia dice que han tenido que cubrir muchas horas adicionales para satisfacer el aumento de la demanda de respiradores. “Esta semana, casi todos se quejaron porque trabajamos muchas horas extras y no nos pagaban”, indica. La compañía les dijo que podían quedarse en casa si querían, pero que no recibirían ningún pago después de 30 días.
Las mujeres ganan menos que los hombres en general y tienen más probabilidades de realizar trabajos precarios o casuales, lo que limita su acceso a la seguridad, como el seguro médico, los beneficios de desempleo y otras protecciones sociales.
“Me gusta creer que estoy haciendo algo por la vida de otras personas, pero me da miedo”, dice Julia. “Mi madre es asmática... Si la enfermo, no sé si lo va a lograr. No sé si podría perdonarme a mí misma. ¿Realmente vale la pena exponerla a ese riesgo por un salario mínimo?”
*El nombre ha sido cambiado para proteger la privacidad.
Texto original de Ciela Ávila.
Linda
Cajera
Linda duerme solo una noche a la semana con sus hijos. Durante casi cuatro años, ha pasado todas las demás noches, de 10 p.m. a 6 a.m., frente a una caja registradora. Ella es madre soltera y trabaja en un supermercado abierto las 24 horas en Ciudad Juárez, Chihuahua, para mantener a su familia.
Antes de la pandemia, ella caminaba del trabajo a la casa para preparar el desayuno para sus hijos. “Era llegar y despertarlos; asearlos y que se uniformaran”, cuenta. A las 7 de la mañana, ellos ya estaban en la escuela y ella dormía cinco horas antes de realizar trabajo doméstico o quehaceres.
Ahora que las escuelas han cerrado para prevenir la propagación del virus, sin embargo, sus dos turnos han pasado a ser tres; y también debe fungir como maestra para sus hijos.
El “tercer turno” de Linda es una de las cargas invisibles que impacta más en las mujeres que en los hombres durante la pandemia. Las mujeres son mucho más propensas a ser cuidadoras primarias y muchas se quedan ahora para cuidar a los niños durante el día, cuando los niños normalmente asistían a la escuela. Además, las mujeres son frecuentemente las más responsables de la educación de los niños, del trabajo doméstico y de la organización y gestión del hogar.
Como los cajeros son trabajadores esenciales, Linda no tiene más remedio que seguir trabajando. “Da miedo seguir trabajando porque uno no sabe qué cliente podría tener síntomas”, dice. “Tienes su dinero en tus manos y no sabes (quién podría estar infectado). Voy a trabajar y le pido a Dios que me mantenga saludable porque mantengo a mis hijos. Una madre lo es todo”.
Texto original de Ciela Ávila.
Jessica Natividad Torres Barrera
Fotoperiodista
Antes de salir de casa, Jessica Natividad Torres Barrera se pone una máscara y guantes de plástico, empaca un desinfectante casero y, como siempre, toma su cámara.
Jessica es fotoperiodista del periódico “El Sur de Guerrero”. La única mujer entre los cuatro reporteros gráficos del diario. Ella pasa seis días a la semana informando desde la primera línea de la lucha contra la COVID-19; trabaja principalmente en el Hospital General Raymundo Abarca Alarcón, una clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en otra del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y en instituciones privadas.
Trabajar en un ambiente hospitalario la preocupa. “Deberías contar la historia, no convertirte en la historia”, dice.
A pesar de los riesgos, Torres Barrera es una de las cientos de mujeres periodistas de México que ve como su deber documentar lo que está sucediendo en los centros de salud en todo el país y mantener informado al público.
Texto original de Scarlett Arias
Violeta Castillo
Oficial de policía
Violeta Castillo es una de las mujeres policías de más alto rango en la Secretaría de Seguridad Pública de Jalisco. Como Jefa de Planificación Operativa, su misión más reciente ha sido supervisar el “Código Violeta”, un nuevo mecanismo para prevenir la violencia de género durante el confinamiento.
Violeta explica que el sistema simplifica el proceso para que las autoridades atiendan las llamadas de mujeres que sufren violencia. Al marcar el 911, las mujeres sólo necesitan decir que son “Código Violeta” para activar el protocolo. Entonces, la policía municipal y estatal despliega de inmediato a un equipo especializado en la casa.
“La policía debe tener conciencia (de la violencia de género)“, dice la comisaria jefa. “En casos de violencia o abuso, tratamos de asegurarnos de que la mayoría de los socorristas sean mujeres... Eso facilita el flujo de información, que es esencial para cualquier tipo de investigación”.
La violencia contra las mujeres en el hogar ha aumentado durante el confinamiento a nivel mundial. Según la Red Nacional de Refugios, los pedidos de ayuda en México aumentaron en un 80 por ciento durante el primer mes de encierro. En marzo, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) reportó 115,614 llamadas de ayuda al 911 por violencia contra las mujeres, lo que representó un aumento del 22.3 por ciento en comparación con febrero.
Aunque Violeta tiene ahora un rango alto, el camino para llegar a él no ha sido fácil. Cuando ingresó a la academia de policía después de estudiar y ejercer Derecho, era una de las tres mujeres en un grupo de 35.
“Ha sido un gran desafío ganar credibilidad, especialmente de los hombres”, cuenta. Ella escucha las mismas preguntas una y otra vez: “¿Cómo va a venir una mujer y decirme qué hacer? ¿Qué sabe ella de seguridad?”. Pero Violeta lo tiene claro: “He aprendido a través de la experiencia. Poco a poco te vas ganando el espacio que tienes”, dice.
Texto original de Eugenia Coppel
Diana Macías Santos
Psicóloga
Diana Macías Santos habla en voz baja y tranquila, es parte de su trabajo. Diana trabaja para la Línea Mujer y Familia, una línea directa que ayuda a las mujeres que sufren violencia. Su trabajo se ha triplicado en las últimas semanas debido al confinamiento y las restricciones de viaje que han dejado a las mujeres atrapadas en casa con sus abusadores.
“Sabemos que un caso es más grave cuando las mujeres cambian la conversación, una señal de que no pueden hablar”, dice.
Diana, psicóloga de la Ciudad de México, trabaja desde hace siete años en la Línea de Mujeres y Familia del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX. Ella es parte de un equipo de 102 psicólogos/as y 85 abogados/as que trabajan todo el día para garantizar que la ayuda esté disponible las 24 horas del día. Juntas y juntos responden cientos de llamadas cada día de mujeres que denuncian violencia psicológica, sexual y física. En marzo de 2020, cuando comenzó el confinamiento, las llamadas aumentaron un 70 por ciento en comparación con el mismo mes del año anterior.
Hace unos días, Diana ayudó a una sobreviviente de violencia de 25 años y a sus dos hijos pequeños a escapar de la violencia. “Muchas mujeres tolerarán la violencia hacia ellas mismas, pero cuando el agresor toca a sus hijos, deciden denunciar”, señala. “Fuimos a un Centro de Justicia para Mujeres en Iztapalapa y la dirigieron a un refugio porque no tenía redes de apoyo en la ciudad. Estuvo allí durante varios días hasta que pudo ser transferida a Oaxaca con un familiar”.
“En este momento, muchas mujeres están con su agresor todo el tiempo y no tienen redes de apoyo”, explica.
Diana sabe que para quienes sufren violencia, denunciar no es fácil. “Denunciar a un criminal que robó tu bolso no es lo mismo que denunciar a un compañero que elegiste en algún momento y que ahora se ha convertido en tu peor enemigo”, dice Diana. En México, el 43.9 por ciento de las mujeres ha experimentado violencia por parte de su pareja actual o su ex pareja.
En la Ciudad de México, las llamadas a Locatel y al 911 para denunciar la violencia se canalizan a la Línea de Mujeres y Familias. ONU Mujeres, la Secretaría de Gobernación y la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra la Mujer (CONAVIM) también han lanzado una campaña a nivel federal para compartir información sobre la violencia contra las niñas y las mujeres, y dar a conocer el apoyo y los servicios disponibles.
La Iniciativa Spotlight lanzó #NoEstásSola en México, un video para que las mujeres en riesgo conozcan a las organizaciones que pueden ayudarlas.
“Lo que más me gusta (de mi trabajo) es poder apoyar a las mujeres y acompañarlas para presentar una queja”, destaca Diana. La mayor recompensa es cuando veo sus caras y dicen: “gracias, ya me siento más segura”.
Texto original de Cristina Salmerón.
Martha Leyva Reyes
Vendedora
Martha Leyva Reyes heredó su receta de chilate de su madre. Hoy es su medio de vida: vender la bebida de cacao, arroz, canela y semillas de azúcar en los mercados de Chilpancingo es su único ingreso.
“El gobierno nos dice que nos quedemos en casa, pero no nos dice ‘pasen por un plato de comida diaria’”, cuenta.
Como comerciante informal, Martha no tiene seguro de vida ni seguro social. No tiene otras opciones más que continuar haciendo y vendiendo chilate. En estos días, el negocio es lento y ha tenido que tirar casi el 50 por ciento de la bebida por el desagüe.
“¡Wow! Ha sido un cambio muy drástico... Como la gente no sale, no te compra. Estás en bancarrota y tu deuda se está acumulando. Sientes que no vas a mantener la calma”, dice Martha.
“Por supuesto que tengo miedo, pero, desafortunadamente, somos un estado muy pobre. Aquí, todos trabajamos y vivimos juntos”.
Además de ganar menos dinero que los hombres, es más probable que las mujeres tengan un trabajo a corto plazo precario e informal. El apoyo económico para las mujeres y las niñas es esencial para el desarrollo sostenible y la recuperación de la COVID-19, así como para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Texto original de Scarlett Arias