Durante siglos, la monarquía justificó su permanencia en el poder con argumentos como el Derecho Divino. Las tradiciones, la educación y la Iglesia Católica fortalecían una estructura político-social que favorecían a las altas clases sociales. La mayor parte de la población servía a los poderosos.
Entre los Siglos XVIII y XIX, una escuela de pensamiento irrumpió en Europa, pasando de Inglaterra hacia Francia, principalmente: La Ilustración.
Las ideas ilustradas llegaron a la Nueva España de manera oculta. El Santo Oficio, bajo indicaciones de la jerarquía católica, prohibía la lectura de los libros con estas ideas. Los libros ilustrados pasaban de mano en mano, principalmente entre los criollos y algunos mestizos que tenían el privilegio de acceder a la educación.
La Filosofía de la Ilustración había sustentado ya la Independencia de las Trece Colonias, actualmente Estados Unidos; La Revolución Francesa y se reflejaba en las Reformas Borbónicas impulsadas por la corona española.
Las ideas centrales de la ilustración se resumían en el pensamiento de los criollos radicales con la idea de la independencia del imperio Español y con la doctrina de la soberanía popular. Este ideario emancipador se difundió rápidamente en los últimos años del siglo XVIII, generando brotes de lucha. En 1773 se descubre en Guadalajara una conspiración de 200 criollos acaudillados por el padre Juan Antonio de Montenegro y en 1794 en la ciudad de México se produjo una conjura dirigida por el criollo Juan Guerrero. En 1799, también en la capital, se intenta realizar una conspiración con el propósito de iniciar una guerra para acabar con el yugo europeo.