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Volver Capítulo 3

Los disparos iniciaron lejos, ya sabíamos que venían. Había dudas, había miedo. Pasaron por casa de los Sierra, con ellos no pasó nada. Pasó con el carro de turno: fueron seis muertos; el pastuso, uno de ellos.

Venían por los cañaduzales, cada vez más cerca, parecía que entraban a la finca. No sabíamos qué hacer. Esta vez era diferente, el miedo latente más fuerte.

Los tiros pegaban en los árboles, en el techo. Venían de arriba, venían de abajo. Era tan fuerte que no sabíamos de dónde. No sé realmente cuánto tiempo pasó, al menos unas seis horas.

Cayó una bomba al lado de la casa. Esperabamos la próxima, así como esperábamos verlos llegar, entrar a la casa. Yo no sabía si habría tiempo de hablar. No sabía nada.

Tenía miedo y con la tarde los disparos desaparecieron. No llegó nadie, ni los de abajo, ni los de arriba.

Quedaron las ramas partidas del los árboles, también las tejas. Bajo el mango, el hueco de la explosión. El miedo a la realidad se quedó, se metió a la casa.

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