En 2002, la doctora en física e ingeniería, bailarina profesional y primera mujer afrodescendiente en viajar al espacio, Mae Jemison, aseguró en una conferencia TED:
La ciencia y el arte no son las dos caras opuestas de una moneda, sino que se trata de manifestaciones de lo mismo: son simples avatares de la creatividad humana
Una afirmación que el escultor bogotano Ricardo Villegas puede dar cuenta a través de su obra. Piezas que comúnmente se clasificarían como chatarra como tornillos, casquillos, martillos, ganchos, cadenas y pistones, el artista los transforma en esculturas móviles o elementos que tan solo por su simetría y equilibrio, son evidencia suficiente de teoría físicas y matemáticas.
Se dice que de tal palo tal astilla y es el caso de Ricardo Villegas quien es hijo del pintor peruano Armando Villegas y la escultora Alicia Tafur, ambos predecesores del arte moderno en Colombia durante los años 50´s y de quienes heredó el gusto por moldear arcilla. Sin embargo, su verdadera pasión tomó forma en la universidad. Luego de realizar cuatro semestres de Diseño Industrial en la Universidad Jorge Tadeo Lozano e intentar sustentar proyectos de física y cálculo por medio de esculturas, decidió irse a los 20 años a España a investigar qué estaba sucediendo en la escena escultural de Europa a comienzos de los años 80. En un taller a una hora y media de Madrid, llamado Fademesa, Villegas perfeccionó su habilidad y afición por la fundición de metales. Desde entonces, las esculturas y en metal han sido su técnica principal.
Aunque tiene la creatividad en las venas, el artista asegura que la improvisación lleva al fracaso, por ello su fórmula artística tiene dos partes: la observación y la investigación: “La gente mira pero no ve” dice el artista. Una de sus obras titulada Nautillus es la recreación del caparazón del molusco con ese nombre y gracias al patrón equidistante que poseen los arcos al interior de la concha, es reconocido en las matemáticas por ser un ejemplo de la espiral áurea.
“Cada cosa cuenta una historia pero uno debe sensibilizarse para poder entender qué quiere decir o qué significa. Uno puede lograr que una persona despierte en medio del arte porque necesita observación”
Villegas no planeó reconstruir esa forma sino que se le ocurrió mientras recogía alguna vez las aspas de un tractor para arar que encontró entre chatarra. Aun así, el escultor no solo se queda en la capacidad de asombro con el entorno como lo llama su esposa María Isabel, sino que para poder aprender del arte se necesita tener conocimientos previos, desde su experiencia, “todo está hecho, no estamos inventando absolutamente nada. En el arte se innova es estudiando su historia y así se marca la diferencia”.
El camino hacia el Arte
“Fui un poco precoz cuando arranqué con el arte”. Así describe Villegas lo que fue su inicio dentro de esta profesión.
Le dieron la oportunidad de trabajar en un taller debido a que su padre se desempeñaba como pintor y su madre como escultora. Dentro de este espacio que le abrieron, pudo desarrollar variedad de habilidades y, a su vez, tuvo la gran oportunidad de trabajar con distintos materiales y técnicas.
Su formación en familia de artistas lo condujo, poco a poco, a interesarse por el mundo del arte. Debido a esta particularidad, pudo conocer a profundidad toda clase de materiales, hasta que al final fue descubriendo que su pasión se inclinaba hacia el metal.
Sin embargo, su padre Armando Villegas no quería que su hijo fuera un artista igual a él. De hecho, no lo apoyo cuando Ricardo decidió emprender su viaje a Europa a estudiar fundición, por lo que le tocó empezar desde cero y sin un peso en el bolsillo en una nueva cultura. Pero fue entonces a partir de toda su experiencia que Villegas empezó a desarrollar una “cultura visual”, que le permitió relacionar con más facilidad unos objetos con otros, a saberlos organizar en el espacio, a encontrarles el punto de equilibrio adecuado para que una vez la escultura u obra quedará finalizada, tuviera una simetría y estabilidad.
"Ser hijo de artistas es terrible, porque el modelo que se impone va a ser siempre el modelo que se aprende desde la casa o en el taller familiar y desprenderse de ello, así como lo hizo Ricardo, no es tarea fácil" Fernando Rodríguez, Curador
Para Ricardo, según Rodríguez, encontrar un nuevo estilo le tomo varios años de esfuerzo y dedicación. Con respecto a su arte, Rodríguez asegura que el arte de Villegas es abstracto porque sus obras involucran elementos materiales de la vida cotidiana como tornillos, tapas de alcantarilla entre otros objetos.
Además, hace énfasis a que el arte de Ricardo no es el de reciclar los objetos que recolecta, sino que los reconfigura y les da una nueva simbología, porque para Villegas todos los objetos nos hablan, invitan y nos llaman. Ningún material u objeto por más destruido que este es inútil; por el contrario, todo funciona. Cualquier material puede volverse parte de alguna obra majestuosa y brillante.
La especialización en la escultura del metal
Ricardo Villegas, se dedicó desde muy joven a trabajar en la escultura, investigando toda clase de técnica y material. Durante su trayectoria conoció muchas formas de arte, sin embargo, desde muy niño le gustaban de manera particular los metales. Por esto, se especializó en Europa en todas las técnicas de fundición. Después de un tiempo decidió regresar a Colombia, ya que como lo dice él “Yo regreso a Colombia porque creía en Colombia, creo en Colombia y quería regresar a montar un taller de fundición y prestar el servicio, también a trabajar para ayudarle a muchos colegas y artistas a desarrollar su trabajo”.
Pero Ricardo encontró su punto diferenciador por medio de la investigación, ya que todos los días se mantiene actualizado con respecto a lo que sucede en el medio. Además, creyendo en el arte propio, creyendo que lo que hacía marcaba la diferencia. A pesar de que el arte con chatarra y recuperación de elementos es algo que se ha venido trabajando hace muchos años, él ha encontrado un diferencial en la manera en que compone los objetos, en cómo los reconfigura. Todo parte de aprender a escuchar, ver y observar los elementos, cada objeto lo lleva a reconfigurar las formas, a recrear algo, organizandolos de tal forma que se crea una composición estética.
Adicionalmente, todo su trabajo está compuesto a partir de una cultura de reciclaje que tiene bien arraigada, él mismo consigue muchas de las piezas que utiliza o sus amigos se las regalan, y según una declaración que hizo Villegas a el periódico El Tiempo "Son piezas escultóricas rechazadas a las que les doy belleza". El curador que más ha conocido su carrera, Fernando Rodríguez, plantea que esto Ricardo lo logra a partir del buen ojo que tiene, de tal forma que logra conectar cada objeto, tiene una habilidad de articular formas que no tienen nada que ver entre sí y por su arte ha aparecido incluso en libros de la historia de la escultura en Colombia.
Hoy en día está trabajando en relieves con color, que son hechos a partir de fundición de metales y mezclas químicas que él ha logrado para que el metal coja el color deseado, algo que Ricardo dice “está marcando la diferencia porque en estos momentos necesito saber quién lo está haciendo”. En su casa en Tabio, Cundinamarca, tiene su taller en donde crea todas sus obras y trabaja a diario, una vez las termina las pone junto a sus otras esculturas, formando una gran galería en su taller. Allí se puede ver lo que ha sido su trabajo y cómo ha evolucionado hasta lo que es hoy como artista.
El arte más allá de lo cotidiano
Ricardo no solo se ha dedicado a hacer esculturas y resignificar materiales que otros desechan sin pensar, desde los 12 años tiene una pasión por cuidar y preservar la naturaleza. En 1973 trasladaron a su madre a Venezuela, y llegaron a una finca donde vio unas plantas sembradas que lo enamoraron e impulsaron a trabajar en esa conexión y entendimiento más profundo de la naturaleza.
Le apasiona tanto el tema, que al llegar a su hogar y taller, se puede apreciar un gran jardín dividido en cuatro zonas: la huerta, donde cultivan algunos frutos para consumo de la casa y de los amigos; las camas de propagación donde ponen todo lo que le poda a las plantas para no botarlo, sino generar una renovación de estos seres; el área de recuperación de árboles que ha ido recogiendo de las calles para “salvarlos y darles una nueva vida”; finalmente, podemos encontrar la zona más curiosa del jardín.
Como si se estuviera en un jardín botánico lleno de misticismo y técnicas milenarias. Inicia un camino lleno de bonsáis de todos los tipos y colores, los amantes de Villegas, según él por el gran amor que les guarda. También podemos encontrar algunas suculentas sembradas con la técnica milenaria japonesa de las Kokedamas entre muchas otras especies, algunas más conocidas que otras, pero todas formando una gran panorámica que te cambia hasta la energía.
Ricardo comparte esta pasión por la naturaleza con su esposa María Isabel, por eso juntos dictan talleres sobre cómo tratar a las plantas y a los árboles, claro está sin dejas los de pintura y escultura de lado. Juntos van trabajando no solo por seguir embelleciendo su jardín, sino por cultivar ese amor y esa pasión a su pequeña hija Hansa. Aunque todavía es muy pequeña, le ayuda a su mamá a completar el jardín, a sembrar algunas suculentas, a moldear pequeños platos y macetas en arcilla, así como también a propagar la importancia de entender y amar a la naturaleza.
El trabajo que hacen con los bonsáis es increíble, pues no solo los podan y cuidan para mantenerlos de ese tamaño pequeño, sino también se preocupan porque no los estén tocando para proteger su energía vital, además van guiando su crecimiento con un alambre especial, que ponen en sus ramas para darle forma. Además, cada dos años aproximadamente, el árbol es sacado de su maceta para limpiar y cortar un poco sus ramas para que pueda seguir siendo pequeño y quedarse cómodamente en este recipiente, claro está, toda intervención conlleva pedirle permiso a la naturaleza, respetarla y amarla al máximo. Este amor por la naturaleza se refleja, según Pepito pérez, curador de las obras de Villegas, en el estilo orgánico del artistas.
¿Qué piensan de Ricardo Villegas?
Para la mayoría, la basura no pernocta mucho. De hecho, se suele considerar como desperdicio y contaminación. Sin embargo, individuos como Villegas hacen que estos desechos renazcan, haciendo parte de su misión. “Reconfigurar”, su esencia en este mundo, así lo nomina Isabel Guerrero, su esposa. Lo relaciona con un niño curioso que encuentra la respuesta a lo que le inquieta, y Ricardo la descubre con su ingenio y creatividad.
“Él ve en la basura algo especial, pues los objetos tienen memoria. Ningún objeto es obsoleto. Se empeña en conseguir objetos de la industria, especialmente automotriz, y que no sean cotidianos”. Isabel Guerrero.
Además de ser artista, Villegas es maestro y su labor puede ser descrita por uno de sus estudiantes y, además amigo de antaño, Jürgen Horbleck, quien lo define como un ser honesto y no le interesa lucrarse por medio del arte.
“(Ricardo) Le abre a uno perspectivas. A sus alumnos les abre horizontes. Eso es un buen maestro. No se las sabrá todas, pero sabe cómo entusiasmar a sus alumnos”. Jürgen Horbleck.
Otro amigo cercano, Fernando Rodríguez, quien es curador, referencia el trabajo de Ricardo como composiciones que hacen parte del bagaje del artista, y que demuestran el haber afrontado errores y aciertos, lo que lo diferencia de los demás pues son expresiones personales. Esto se logra al producir una gran cantidad de ideas, característica primordial de un excelente artista.
“Hay un aspecto que lo hace muy valioso, que es la naturaleza de su personalidad, su generosidad y su condición de un muy buen ser humano”. Fernando Rodríguez.
Villegas es admirado por su familia y amigos, inventor de grandes obras con elementos minúsculos que suscitan sensaciones y emociones, no solo en quien analiza su obra, sino en quienes lo aman. Al compartir su hogar, no solo demuestra su inaudito talento en lo que hace, también su espléndida relación con su hija y esposa. Ellas disfrutan cada granito que Ricardo les ha sembrado y cultivado en sus quehaceres cotidianos. Sin olvidar el aporte que les ha brindado a sus amigos y estudiantes.