Euskal Museoa Euskal Arkeologia Etnografia eta Kondaira Museoa gisa jaio zen. Gaur, sasoi bateko bilduma arkeologiko hori goza dezakegu, bere handitasun osoan, elkartzen dugun plazako beste aldean, Arkeologi Museoan. Alabaina etnografiak eta historiak bertan diraute. Museoko zertazuna dira gure herriko nortasuna bereizten dutelako. Museoaren muina dira, euskal gizartearen izaera definitzen dutelako. Gure bizitzaren arima dira, gure izaeraren isla, eta, horregatik, izango garen horretara eramango gaituen bidea ere badira.
«Izan zirelako gara, garelako izango dira»
El Euskal Museoa nació como Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico. Hoy aquella colección arqueológica podemos disfrutarla, en todo su esplendor, en el Arkeologi Museoa, al otro lado de la plaza que nos une. Pero la etnografía y la historia siguen ahí. Son nuestra esencia como museo porque definen nuestro carácter como pueblo. Son el alma de nuestra vida, de cómo somos y, por eso, son también el camino que nos llevará a lo que seremos.
«Izan zirelako gara, garelako izango dira»
Itxialdiko egun hauetan, hausnartzeko eta pentsatzeko sasoi honetan... Euskal Museoak iraganera bueltatzea proposatzen du; egungo mundua gure aiton-amonen munduarekin alderatzea, bizirik jarraitzen duen eta Euskal Museoko aretoetan arnastu daitekeen munduarekin alderatzea. Alderaketa hori asmakizun baten bidez egitea proposatzen du Bizkaiko erakundeak; izan duen bilakaera azkarragatik, munduko objekturik modernoena ematen badu ere, gure aiton-amonek artean erabiltzen zuten eguneroko gauza garrantzitsuak (eta, batzuetan, gauza arruntak ere) jasota uzteko: argazkilaritzaz ari gara.
En estos días de aislamiento, de tiempo para reflexionar, de meditación… os proponemos regresar a tiempos pasados; comparar este mundo que nos ha tocado vivir con aquel de nuestros abuelos, aquel que sigue vivo y se respira en las salas de Euskal Museoa. Y os proponemos hacerlo por medio de un invento que aunque por su vertiginosa evolución, nos parece la cosa más moderna del mundo, ya usaban aquellos abuelos para dejar constancia de las cosas importantes de la vida (y a veces, incluso de las más triviales): la fotografía.
Hain zuzen, oso hurbil daukagu guztiok telefonoa egunotan. Inguruari begiratzeko modu desberdin bat. Museoak kamara horiek erabiltzeko gonbita egiten digu, inguruan ditugun objektuak, usadioak eta ohiturak aztertzeko, eta atzera begiratuta horiek aspaldiko sasoikoekin alderatzeko.
Justamente en estos días un tanto confusos todos tenemos el teléfono en la punta de los dedos. Un arma poderosa pero también una forma nueva de mirar alrededor. Os proponemos utilizar nuestras cámaras para investigar los objetos que nos rodean, nuestras costumbres, nuestros hábitos y echar la vista atrás para compararlos con aquellos de antaño.
Eguneroko objektu bat aukera ezazue. Etxeko zerbait, ia egunero erabiltzen duzuen zeozer. Beharrezkoa da denbora nahikoa eskaintzea aukeratuko den objektuaren inguruan pentsatzeari. Nola heldu da etxera? Zertarako erabiltzen dugu? Beste ezer erabil genezake gauza bera egiteko? Egiten al dugu? Noiztik da ohikoa gure etxeetan, ohikoa baldin bada? Hori erabiltzeak aldaketa handia ekarri du? Zer motatakoa?
Elegid un objeto cotidiano. Algo de casa; que utilicéis casi a diario. Dedicad un tiempo a pensar sobre el objeto que habéis elegido. ¿Cómo ha llegado a casa? ¿Para qué lo usamos? ¿Podríamos usar otra cosa para lo mismo? ¿Lo hacemos? ¿Desde cuándo es frecuente -o no- en nuestros hogares? ¿Su uso ha supuesto un cambio importante? ¿De qué tipo?…
Hurrengo pausoa Euskal Museoaren Ensimeren webgunean apur bat kuxkuxeatzea da: sasoi bateko baliokidea topatu behar dugu, antzeko funtzioa duen objektu bat, horren bitartez gaurko garaia eta ordukoa alderatu ahal izateko. Saiatu aurreko dinamika errepikatzen eta galdetu zuen buruari: nola erabiltzen zen? Zertarako? Nondik dator? Zergatik zen horrelakoa eta ez bestelakoa? Nork egin zuen?
Ahora os invitamos a curiosear un poco por la web de Euskal Museoa en el Emsime para tratar de encontrar su pareja de antaño; un objeto con una función similar a través del que poder comparar los tiempos de antes con los de hoy. Y ahora tratad de repetir la dinámica anterior y preguntaos ¿Cómo se usaba? ¿Para qué? ¿De dónde procede? ¿Por qué era así y no de otra forma? ¿Quién o quienes lo hicieron?…
Eta hemen dator telefonoaren argazki kameraren txanda. Esperientzia horiek partekatzeko, beharrezkoa izango da hautatutako objektuaren argazki bat bidaltzea, lotura duen Museoko piezarekin batera eta parte-hartzaileak argazkia atera aurretik bere buruari egin dizkion galderen erantzunarekin batera.
Y aquí llega la cámara del teléfono. Si no es mucho pedir, para compartir vuestras experiencias, podríais enviarnos una foto del objeto elegido, acompañado de la pieza del Museo que con la que lo habéis emparejado y de esas preguntas que os habéis hecho.
Alguno igual piensa que lo hemos hecho al revés; que lo primero tenía que haber sido la foto. Pero lo primero siempre debería y debe ser nuestro pensamiento, nuestra reflexión. Incluso para sacar una foto. Cualquier manual de fotografía nos dice que antes de disparar hay que aprender a mirar a nuestro alrededor.
Amaitzeko, zure proposamena bidal ezazu helbide honetara: itziar.martija@bbmuseoak.eus
Para terminar, envíanos tu propuesta a esta dirección: itziar.martija@bbmuseoak.eus
Argazki lehiaketa
Concurso fotográfico
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Katilua | Cuenco
Animaliak | Animales
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Maleta | Maleta
El objeto de mi elección vive en nuestra casa desde hace tiempo. En concreto, en el armario de la entrada, donde colgamos los abrigos al volver de la calle. Aunque no andamos sobrados de espacio, me niego a bajarlo al trastero, ya que, para mí, como viajera incansable que soy, evoca recuerdos de maravillosos momentos y es el símbolo de nuevas experiencias.
Evidentemente hablo de mi maleta de viaje.
Una maleta que siempre está llena : cuando viajo, contiene mi ropa y los enseres necesarios para pasar cómodamente unos días fuera del hogar. Cuando estoy en casa, contiene una invisible carga de recuerdos, emociones y vivencias que ya, tan solo con mirarla, esboza una sonrisa en mi rostro.
La elegí cuidadosamente en una tienda especializada hace cinco o seis años, cuando, por fin, admití que su antecesora, una preciosa y querida bolsa de viaje de piel marrón, acababa con mis fuerzas cada vez que la colgaba del hombro y que, además, la pobre estaba pidiendo a gritos una bien merecida jubilación.
Es verdad que otra bolsa de viaje o una mochila grande hubieran cumplido a la perfección la función de contenedor de equipaje, pero por razones de "peso" (literalmente), esas ruedecitas que giran en todas las direcciones y el mango telescópico que tanto facilitan el transporte, me cautivaron desde el primer momento.
Creo que desde niña he sentido cierta fascinación por las maletas.
Estando cercanas las vacaciones estivales, se volvía emocionante y mágico el momento en que mi madre, subida a una escalera, liberaba de su encierro a las tres maletas que dormitaban en el altillo de un enorme armario empotrado. Las bajaba para ir rellenándolas poco a poco. Íbamos colocando en su interior vestidos, trajes de baño, zapatos, el pato de goma para nadar en la playa... todo bien pensado, sin olvidar nada... el verano era largo. El hecho de "hacer las maletas" se convertía en el agradable prólogo que anunciaba días alegres de vacaciones.
Eran aquellas unas maletas grandotas de mimbre que crujían al abrir la tapa, con sus herrajes y asas en metal y que habían ido llegando a nuestras manos año tras año como regalo, es decir, que en origen fueron cestas de Navidad repletas de productos exquisitos. Reciclaje-reutilización años cincuenta.
Eso sí, encajarlas en el capó del coche resultaba un complicado rompecabezas.
Todavía sobreviven apiladas en el camarote y repletas de ropa pasada de moda.
Tras ellas fueron muchas las maletas que nos acompañaron en nuestros desplazamientos:
Maletas setenteras de gruesa tela a cuadros rodeadas de cremallera.
Una gran maleta rígida , modernísima en su momento, de una especie de plástico duro que acabo sus días cuando apareció sobre la cinta continua del aeropuerto con una raja enorme en la panza.
Bolsas de todos los tamaños, desde la de fin de semana hasta una tan grande que, una vez llena, era casi imposible levantarla. Y, por supuesto, la ya citada bolsa de piel marrón.
Ahora, mi maletita de ruedas es la compañera inseparable...¡qué ganas de volver a escapar juntas!
Sí, modelos y modelos, evolución en materiales y formas, siempre reinventándose y adaptándose a las necesidades y estilo de vida de una sociedad que cambia y avanza a una velocidad vertiginosa. Y el hombre, que por una u otra razón ha tenido la necesidad de desplazarse, ha sabido encontrar la manera más adecuada de llevarse consigo lo que consideraba necesario.
Imagino que el origen de toda maleta debe estar en alguna especie de hatillo hecho con piel de animales donde llevarían sus posesiones los pueblos nómadas de la Prehistoria.
Tal vez después irían convirtiéndose en abultados fardos que, a lomos de animales, transportarían las pertenencias en los traslados por migraciones, desastres naturales, guerras...
Seguramente los viajes y descubrimientos de la Edad Moderna pondrían de moda los cofres y arcones de madera, pesados y resistentes para soportar largas y duras travesías.
Conquista y ocupación de nuevas tierras, colonias en países "exóticos", expediciones científicas que precisaban de piezas de equipaje sólidas de madera o gruesa piel de vaca para llevar consigo un pedacito de las comodidades a las que estaban acostumbrados.
Poco a poco, aparece entre la clase adinerada del XIX el gusto por los viajes . Los baúles, maletas y maletines son lujosos , con compartimentos y de buenos materiales , incluso con adornos, y acompañan a sus dueños en los nuevos flamantes medios de transporte como un símbolo mas de status.
Lo que era placer para los pudientes, se volvía obligación para los que emigraban por cualquiera de las horribles causas que conocemos por la historia. Sus básicos equipajes poco tendrían que ver con los elegidos para los viajes de lujo.
En definitiva, viajar, moverse, ir, volver...por necesidad, por negocios, por placer...y siempre con la fiel maleta a nuestro lado aguantando kilómetros, apilamientos y hasta golpes...pero ahí, dispuesta a guardar y defender con su vida nuestras posesiones.
Hoy en día el desarrollo del transporte y el progreso de la sociedad nos permiten cumplir el sueño de ver, descubrir, aprender. Nuestras maletas han tomado formas, materiales, colores y tamaños que se ajustan a los gustos y necesidades de todos y nos facilitan y simplifican los desplazamientos. Desde el trolley de resistente polipropileno
hasta la maleta de cabina de fibra de carbono con su candado TSA de combinación de tres dígitos.
Y al igual que en otras épocas, no debemos olvidar, que a pesar de estos avances y la facilidad con que viajamos, aún quedan personas obligadas a viajar abandonando sus países en busca de una vida digna. Sus maletas no son de último modelo y contienen poca cosa más que ilusiones.
Tras estas pinceladas de historia vuelvo a mi maletita de ruedas. ¿Sabrá que en los fondos del Euskal Museoa de Bilbao se conserva y se mima a un pariente suyo?
Tienen que parecerse en algo, familia son... En principio ambas son idénticas de oficio: recipientes para contener y transportar con seguridad y comodidad las pertenencias de sus dueños. Esta misión ambas maletas la realizaron y realizan a la perfección.
Además tanto una como otra gozan del respeto y cuidado de sus propietarios. La más antigua, a juzgar por su estado de conservación y por su ubicación actual, es una maleta bien tratada. En cuanto a la mía, doy fe de que así es.
También tienen sus diferencias. A simple vista se aprecia que pertenecen a distintas épocas. En principio, el aspecto exterior:
La maleta de principios del siglo XX posee una forma cuadrangular de líneas rectas, con bordes bien marcados y reforzada en las esquinas, armazón de metal cubierto por el clásico tejido beige
con rayas más oscuras que abre al estilo de una caja sujetando la tapa con bisagras.
Mi maleta, del siglo XXI tiene una estructura más flexible y formas algo mas redondeadas. Esta hecha de poliéster y, tanto la cavidad grande como los bolsillos exteriores, se cierran con cremalleras de doble sentido. El agarradero es de altura ajustable y las ruedecillas de la base la hacen muy manejable.
Dos maletas, dos...una retirada y otra en activo. Una disfrutando de días tranquilos tras su vida laboral y otra aún disponible, siempre dispuesta a acompañarme ¡y ojalá siga haciéndolo muchos años! Pero soy consciente de que, al igual que las personas, las maletas no son eternas y tal vez un día tenga que remplazarla.
En tal caso ¿Qué podría sentir tras tanto tiempo de servicio? Tal vez se sentiría poco valorada, traicionada, abandonada, triste... Intentaré evitarlo: la acariciaré, la protegeré con una buena funda y la colocaré en un lugar privilegiado de mi trastero para que, con el tiempo, también ella pueda ocupar un lugar en el museo, junto a su antecesora, como testigo de su época.
¿Y cómo será la maleta del futuro? Conocemos como lo fueron, como son y es posible que la imaginación se nos quede corta pensando en las venideras. Puede que lleven incorporadas aplicaciones para dar conversación en las esperas de los aeropuertos. Igual un mando a distancia permite que sean capaces de dirigirse solas a facturación o incorporen la seguridad que da una alarma antirrobo y localizador GPS.
Sea como fuere, con nosotros seguirán yendo y viniendo...y en tanto viaje quiero pensar que las maletas hayan aprendido a disfrutar, hayan desarrollado sentimientos y sepan apreciar la diversidad de paisajes y costumbres , dejando así inservible la manida expresión "viajar como las maletas". ¿? . Si la maleta del futuro puede hablar nos lo dirá.
Maleta, viajero y viaje, preparado con tiempo, reuniendo y empaquetando. Trabajo en equipo, al fin y al cabo, lo importante es seguir viajando.
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Credits:
Argazkiak | Fotografías ©Euskal Museoa - Museo Vasco