Nuestros consejos nos aconsejan

Oye consejo si quieres llegar a viejo.

Refrán popular

Hace algunos meses, mientras platicaba vía Skype con mi hijo, me compartía el enorme reto que le presentaban los estudios que estaba haciendo y me expresaba que se sentía prácticamente rebasado por el número y la complejidad de trabajos, tareas y exámenes a los que estaba siendo sometido.

Cuando terminó su relato, decidí sacar lo mejor de mi repertorio de consejos para la ocasión.

“Necesitas ser más estratégico para poder hacer más en menos tiempo y obtener un mejor resultado. También es importante que busques alianzas, para que puedan apoyarte en lo que te cueste más trabajo y así puedas avanzar más. Busca ayuda, ¡muévete! Haz lo que tengas que hacer, ¡pero ya!”,

le dije entre otras cosas y al poco tiempo, terminamos la conversación.

Me quedé reflexionando en lo que acababa de aconsejar a mi hijo y me percaté de que todo lo que le había dicho era casualmente aplicable a mí en ese momento específico de mi vida.

También yo necesitaba ser más estratégico en la promoción de los talleres de la empresa de coaching y consultoría y también requería aliados que me apoyaran en áreas del negocio en las que no estaba obteniendo el resultado deseado. Necesitaba hacer algo pronto, ¡moverme!

Empecé a seguir mi consejo y me puse a trabajar en la estrategia y las alianzas requeridas por la empresa, pero a partir de ese momento puse más atención a mis palabras cada vez que aconsejaba a alguien, intuyendo que la feliz casualidad podría repetirse.

Pude constatar que cada vez que daba un consejo, éste era algo que yo necesitaba decirme y, desde luego, hacer. Pero también pude observar que no era el único. Oí a todo tipo de personas dando consejos que, desde mi punto de vista, eran absolutamente aplicables a ellos mismos.

Es como si la persona que da el consejo estuviera hablándole a un espejo que hace eco de las palabras que recibe.

Sería un ejercicio interesante que pudieras hacer memoria de los últimos consejos que has dado, pero fundamentalmente de aquellos que das realmente buscando el bien de la persona y no solamente por salir del paso o hechos superficialmente o con frases hechas. Si tienes hijos, seguramente ellos habrán sido los beneficiarios principales de esa “fuente de sabiduría” que son los consejos de los “experimentados” padres, aunque el espectro de posibles aconsejados se puede ampliar al cónyuge, a los amigos, a los compañeros de trabajo, etc.

Quizá, y sólo quizá, podrás comprobar la enorme fuerza de tus palabras en tu realidad del día de hoy, la pertinencia de los consejos que das a otros para mejorar tu propia vida.

Si esto es así, nunca más válido el refrán con el que abre este artículo:

para llegar a viejo, hay que oírnos en el espejo de los que aconsejamos.

Escrito por:

José Antonio Rivera Espinosa

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