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YO DECIDO SER LESBIANA EN EL FEMINISMO Sobre el proceso de nombrarse, entender la necesidad de hacerlo, decidir frente a quiénes y por qué nombrarse.

Adriana Guzmán//Feminismo Comunitario Antipatriarcal

¿Cómo mirarse políticamente al espejo?

Es muy difícil entender la experiencia personal sin entender la experiencia del país, el proceso político que vivimos en Bolivia, cómo se ha ido gestando y cómo lo hemos ido pariendo y cómo nos ha ido pariendo a la vez. La Guerra del Gas, el 2003, nos ha hecho ver la existencia que tenemos en este cuerpo de mujer, la valoración de nuestras vidas, la comunidad. Esa posibilidad de estar por tantos días organizadas en la calle, preocupadas por la alimentación de todas, recogiendo los cuerpos, curando las heridas.

Un montón de cosas que nos han hecho pensar en la memoria de comunidad que la escuela ha intentado borrar, que la historia ha intentado borrar, que el colonialismo sistemático en las ciudades, en la televisión, en la radio, en los cuerpos, en la construcción misma del deseo ha intentado hacernos olvidar.

La Guerra del Gas en El Alto ha sido el encuentro con muchas de esas cosas, nos ha hecho ver la comunidad, nos ha hecho darnos cuenta de lo que significa ser mujer y tener tanto trabajo y tanta responsabilidad encima. No tener, ni siquiera, la posibilidad de morirse o de que te maten porque más hombres fueron asesinados, ya que tenemos responsabilidades distintas, salimos con responsabilidades distintas a la lucha.

Pero una de las cosas que parecería obvia hoy, no en ese momento, era darnos cuenta que en El Alto se podía meter bala porque la vida de la gente de El Alto, de los alteños y las alteñas, vale menos que otras vidas, valía menos que la gasolina.

Foto: José Luis Quintana/Reuters

Entonces, ese fue, para nosotras, un primer momento de mirarnos a la cara y decirnos en la calle ¿vos eres aymara? “Yo no pero mi mamá sí y mi abuelita también”. Y darnos cuenta de que ese acto de negarnos como aymaras era una complicidad, en mi caso por más de 20 años, con el colonialismo y el racismo.

Porque decir mi mamá es aymara y yo no es decir yo no soy la analfabeta, yo no soy la maleducada, yo no soy la fea. Son esos momentos políticos que te transportan a una memoria política también. Y entonces hemos empezado hablar en la calle, mientras había balas, mientras estaban todavía los del ejército, mientras no lográbamos sacar a Goni, hemos empezado hablar de eso:

¿Cómo nos mirábamos? ¿Cómo nos reconocíamos?

Recuerdo que compartía con otras mujeres en la calle mis reflexiones, que yo siempre miraba a mi abuelo que es aymara y le preguntaba a mi mamá si yo era aymara mientras me peinaba. Y mi mamá me decía “no, porque las aymaras no son bonitas, tú no eres aymara porque tú eres bonita”. Entonces, yo siempre había crecido con esa contradicción de que no era aymara porque era bonita, en todo caso ser bonita en este mundo de consumo estaba bien. Y que esto de mirarme al espejo había sido una forma de no reconocerme aymara.

Para nosotras, el 2003, la masacre del gas, fue mirarnos políticamente al espejo, fue mirar un reflejo político. Darnos cuenta que no éramos blancas y aunque hayamos hecho un esfuerzo de entrar al colegio y llegar a la universidad, esos espacios, esas instituciones eran espacios de colonización, de desclasamiento.

Justamente en esos espacios aprendíamos a negar a nuestras mamás, a nuestras abuelas, a no hablar aymara, a vestirnos y comportarnos de la forma “que debemos”.

Después ya viene toda la exploración de lo indio, el cuestionamiento a lo indígena, mirar el indianismo como una de las propuestas paridas desde estos cuerpos que estaban haciendo este proceso.

Pero un primer reconocimiento es como aymara, una identidad política, y entendíamos, en ese momento, lo político como posicionarnos frente al poder. Asumirnos aymaras para asumir esa discriminación y ese racismo, del cual sistemáticamente habíamos escapado. Porque vestirse de señorita implicaba ser menos discriminada, no nombrarte aymara, no ponerte sombrero, no hacerte trenzas, toda esta construcción de la imagen que al final es una construcción política y que tiene mucho ver con la construcción de lo erótico y del deseo. Porque hay toda una mirada tan colonial y tan racista respecto de nuestras madres y de nuestras abuelas, pensando si por debajo de sus polleras podían sentir un orgasmo.

En general pasa con las mujeres, se asume que las mujeres grandes no tienen nada que ver con disfrutar su vida sexual, mucho menos si son indias, aymaras, quechuas, máximo saldrán a la calle a luchar por sus tierras, pero que van a estar discutiendo de sexualidad y placer. Esas eran las miradas coloniales que confrontábamos a partir del 2003.

Las formas de venir y devenir lesbiana en el feminismo.

Entonces, ese primer reconocimiento como aymara me acerca al mundo feminista porque en el 2003 nos reconocemos feministas.

Por eso yo digo que no vengo del ambiente, no me he hecho lesbiana en el ambiente, yo vengo del feminismo. Yo decido ser lesbiana en el feminismo, pero en un feminismo construido en este proceso de cambio y en las discusiones que se daban en este territorio. Una de las discusiones era la descolonización, entonces reconocernos aymaras era descolonizar también, y ahí empezamos a hablar cómo descolonizar el cuerpo, la vestimenta, el placer, el deseo.

Y empezamos a pensar la memoria ancestral de los pueblos y de ahí la memoria ancestral de los cuerpos.

Empezamos a pensar en la heteronorma, en esta imposición de ser heterosexual como una imposición patriarcal que también ha atravesado la cosmovisión y la comunidad [indígena] y que romper esta imposición heterosexual es también una lucha contra el patriarcado.

Yo soy lesbiana por decisión política porque creo que el sistema patriarcal, colonialista, racista, capitalista, se construye sobre el cuerpo de las mujeres, con la violencia y la explotación de nuestros cuerpos. Pero también con la complicidad que muchos hombres deciden hacer con ese sistema [patriarcal], y decido no compartir mi cuerpo, ni mi deseo, ni mi sexualidad con quienes se han hecho cómplices de ese sistema.

Y de verdad yo no entendía lo sexual y hasta ahora creo, y es una consigna nuestra, que lo sexual no es político, lo sexual se hace político.

Porque he conocido muchas lesbianas que dicen que la cama es una trinchera y en la cama reproducen las relaciones de poder, jerárquicas, de género, de violencia. No les interesa si hay explotación o no, si el salario mínimo se aumenta o no, si se va a transformar la Ley de educación o no, pero asumen que la cama sigue siendo su trinchera, ¿su trinchera de qué?

Teníamos un grafiti que pintábamos en nuestras discusiones “la cama no es trinchera si no luchas contra el patriarcado”, tener relaciones, [sexuales, afectivas, eróticas], con otra mujer no significa acabar con el sistema [si no te planteas la lucha contra el patriarcado].

Yo soy lesbiana por decisión política porque creo que el sistema patriarcal, colonialista, racista, capitalista, se construye sobre el cuerpo de las mujeres.

Entonces, mi definición como lesbiana es una definición política, viene del feminismo. Y cuando me nombro aymara y lesbiana me nombro no para la comunidad, que es el lugar donde menos discriminación o lesbo-odio he recibido: me nombro para el mundo lésbico que es profundamente colonial y racista.

Para el mundo lésbico que no nos ve ni nos quiere aymaras, me nombro para el mundo feminista que también es profundamente colonial y racista, para el mundo lesbo-feminista. También me nombro para la comunidad, pero me nombro principalmente para estos espacios de lucha donde también se reproducen esas relaciones de poder.

Lo sexual no es político, lo sexual se hace político.

Sobre los riesgos de ser india aymara y lesbiana o TLGB.

Me gustaría mencionar tres cosas, entenderlas como riesgos, en ese contexto que es personal, que es comunitario pero que tiene que ver, también, con el proceso que ha vivido el país.

El proceso político en Bolivia, no sé si estaba en los planes exactamente, toma el Estado. Hay espacios que no se pueden tomar, hay espacios que te toman por su propia estructura, creo que el estado ha tomado muchas de las luchas, se ha comido muchas de las organizaciones, muchos de los sueños. Incluidas a muchas lesbianas, gais y trans que han decidido creer, como muchos que han creído en el proceso [de cambio], pero que han terminado siendo comidos por el Estado.

Hay que pensar, entonces, ¿qué espacios queremos tomar o en qué espacios queremos estar? Porque el discurso TLGB te plantea la inclusión... la inclusión en un sistema patriarcal. Yo no quiero, nosotras no queremos la inclusión en este sistema patriarcal. Nosotras queremos acabar con el sistema, no que nos incluyan en el sistema.

Por eso hay espacios que se pueden tomar [y otros no] y este es un ejercicio de tomar la casa del [Centro Cultural de España en La Paz] mientras no nos tomen a nosotros, ¿habrá que ver cómo se hace? Porque hay una historia también de la colonización que está en nuestros cuerpos y tiene que ver mucho en esta discusión porque la heterosexualidad es una imposición colonial.

Yo no quiero, nosotras no queremos la inclusión en este sistema patriarcal.

Y después de más de 500 años tenemos que seguir exponiendo nuestras propias vidas, nuestros afectos, y nuestros dolores por ese mundo colonial, por esa imposición colonial sobre nuestros cuerpos, por ese control sobre nuestra intimidad.

Eso es una cosa que hay que pensar, si los espacios se toman, si la visibilidad se vale donde sea, ¿incluso en la puerta del Palacio de Gobierno? ¿Es esa la visibilidad que queremos, es eso lo irreverente? ¿Besarnos en la puerta del Palacio Quemado, a lado del comandante de la Policía? ¿O esas estructuras nos comen y nos quedamos dialogando con el poder?

La otra cosa de reconocernos aymaras, indias y lesbianas yo creo que hay que mirarla considerando el actual contexto político del país y de la región, donde hay una intervención violenta en los territorios, un extractivismo terrible.

Hay mujeres y hombres indígenas asesinados en Colombia, 188 el año pasado, en defensa de la tierra y el territorio. La Berta Cáceres asesinada en Honduras.

Entonces, al mundo de la intelectualidad, la academia y la cooperación le interesa más las indias lesbianas que no van hablar del territorio, del extractivismo, que no van a hablar de estas sus nuevas colonizaciones sobre nuestros cuerpos.

De sus formas de feminismo, de sus luchas que nos traen para defender y cuidar la naturaleza cuando, históricamente, nosotras hemos cuidado y resistido, y ellos han destrozado su mundo por allá y quieren venir a enseñarnos cómo cuidar.

La lucha de nuestro cuerpo tiene ancestralmente la lucha de nuestro cuerpo.

Digo esto para que sepan que no somos un adorno y que si estamos irrumpiendo en este espacio llamándonos aymaras y lesbianas no es para decir lo que quieren que digamos, es para decir lo que nosotras traemos.

La lucha de nuestro cuerpo tiene ancestralmente la lucha de nuestro cuerpo. Es la lucha por el territorio, por la reconstitución del territorio, es la lucha por la autonomía, la autodeterminación, esa por la que se está luchando también hoy en Bolivia. Esa que rompe con las fronteras de los departamentos o de los países porque cuando hablamos de reconstitución del pueblo aymara o reconstitución de la Nación Qhara Qhara [hablamos de la autodeterminación de los pueblos que anteceden a los estados].

Creo que esa es la responsabilidad grande de llamarnos indias y lesbianas, no ser un producto que se consume, no reproducir esa lógica colonial, no venir a adornar y no venir a decir nada que incomode. Por si acaso siempre hay que incomodar.

Finalmente, el riesgo de lo TLGB, o de cuestionarnos eso, porque creo que en Bolivia lo TLGB tiene otras características.

En otros países se convierte en una industria, por ejemplo, las discusiones sobre la reproducción médicamente asistida que es muy difícil entender para nosotras porque hay otras urgencias. Porque no estamos desarticuladas de las otras luchas y ese es un tema pendiente a discutir en este territorio, [desde nuestra mirada] de lesbianas aymaras.

Yo no quiero parir, yo no quiero criar, dicen muchas lesbianas y ¿cómo vamos a sostener a nuestros pueblos entonces?

Yo soy lesbiana después de haber parido dos hijas y creo que las mujeres tenemos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y parir, como mujeres indias, aymaras y quechuas, es una posibilidad de continuidad de nuestros cuerpos.

Respetamos a todas las mujeres que quieren abortar como parte de su autonomía, pero ¿cómo vamos a seguir cuidando nuestros pueblos entonces?

Creo que un tema pendiente de pensarnos como lesbianas, cuando nos nombramos indias o aymaras, es el de crear y de criar, un tema que tenemos que pensar.

Porque si no [estaríamos inmersas] en toda la lógica de la propiedad privada y consumista, lógica en la que funciona el discurso TLGB en el mundo.

Entonces, por una responsabilidad con la memoria de nuestros pueblos, en mi caso, yo he optado por la continuidad de la vida de nuestros pueblos y ahí parir es también una responsabilidad política.

Apthapi: reflexiones en torno a las identidades indígenas y diversidades sexuales y de género en Bolivia.

Diagramación y edición final

Created By
Muy Waso
Appreciate

Credits:

Huáscar Pinto

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