Andreu no quería volver a dormir. Esas horribles pesadillas lo atormentaban cada noche.
Por mucho que intentase mantenerse despierto, al final caía rendido entre las sábanas y los monstruos venían a por él.
Tenía la mala suerte de que no era siempre el mismo. ¡Ojalá! Así sabría a qué atenerse. Por desgracia, había varios, cada uno más terrible que el anterior. Su aparición era aleatoria. La misma criatura podía aparecer en dos pesadillas seguidas y, a continuación, estar varias noches sin aparecer.
Andreu no era un cobarde, de hecho, siempre había sido muy valiente. Afrontaba aquellas pesadillas con resignación pero sin rendirse jamás. Siempre se enfrentaba a sus monstruos, pero eran muy poderosos y cada noche acababan devorándolo de las maneras más despiadadas. Entonces, se despertaba empapado en sudor y temblando.
El día se le pasaba como en una nebulosa, no acababa de recordar cómo llegaba a los sitios ni en qué momento volvía a quedarse dormido. Tantos años de pesadillas era lo que tenía, la falta de sueño le hacía sentir como si pasase por el mundo de puntillas.
Hacía ya un tiempo que vivía solo en aquella casa triste y sin personalidad.
Recordaba el accidente, esa traumática experiencia estaba detrás de todo aquello. La soledad, la tristeza, los recuerdos, su vida hecha añicos.
A partir de entonces, sus sueños dejaron de ser sueños para convertirse en una pesadilla infernal.
El monstruo que más miedo le daba era al que llamaba “Drunk”. Tenía unas extremidades muy largas y delgadas; una cabeza enorme con una boca que babeaba constantemente y que cuando la abría, mostraba una serie de dientes afilados y sucios.
Estaba cubierto de unos pelos que le recordaban a los de las arañas. Para colmo, esa bestia lo atacaba sin descanso, hasta que, agotado por la lucha, se lo comía.
En segundo lugar, estaba “Hulk”. De un aspecto viscoso y de color verde, expulsaba ácido por su boca, provocando unas quemaduras en su piel que le iban debilitando durante el combate, hasta que desfallecía y se lo tragaba vivo. La digestión hacía el resto.
Por último, pero no menos terrorífico, estaba “Artros”. Una especie de avispa gigante que expulsaba gusanos venenosos por su aguijón. Esos asquerosos bichos le picaban y le inmovilizaban, haciendo que Artros se lo comiese poco después.
Espero que ahora entendáis por qué Andreu no quería dormir.
Estaba estirado en su cama mirando hacia el techo. Pensaba en cómo mantenerse despierto. Lo había probado todo: leer un libro, ver una película, quedarse sentado, estar de pie, pero nada funcionaba, al final se dormía.
Esa noche no fue diferente. El cansancio acumulado de varios días hizo que sus ojos se cerraran. Un profundo sueño lo envolvió.
Caminaba por los pasillos de un hospital abandonado. Intentaba encontrar la salida, pero aquel antiguo edificio era enorme y, por mucho que bajase escaleras, nunca llegaba a la planta baja. Los diferentes corredores eran como un laberinto, dándole la impresión de que pasaba por el mismo lugar una y otra vez.
De repente, escuchó un rugido muy familiar. Se trataba de Drunk, el más temido de sus enemigos. Notó como sus piernas empezaban a temblar, pero se obligó a avanzar. O se enfrentaba a él o se escondía, no había más opciones. La primera, significaba una muerte atroz, la otra, también. Sin embargo, la segunda opción le hacía ganar algo de tiempo.
Decidió esconderse, no le apetecía sufrir sin, al menos, intentar buscar una salida a todo aquello.
Empezó a correr por los oscuros pasillos mientras Drunk rugía cada vez más fuerte. Se estaba acercando y no encontraba ninguna puerta abierta para esconderse.
Entonces, al girar una esquina, vio un diminuta figura que le hacía señales. Nunca se le había aparecido nada igual en sus pesadillas. Andreu se quedó quieto unos segundos, hasta que oyó las pezuñas de Drunk rascando el suelo unos metros por detrás. Aquella figura seguía haciéndole señales, así que decidió seguirla.
En cuanto Andreu empezó a acercarse a ella, ésta salió corriendo. Le guió por los diferentes pasillos, abriendo puertas que conducían a otras estancias de aquel horrendo hospital, hasta que se detuvo en un quirófano. Nada más cruzar la puerta, la cerró con una llave muy rara que se sacó del bolsillo. Le hizo el gesto universal de silencio con el dedo índice y se escondieron detrás de una camilla que había conocido días mejores.
Estuvieron varios minutos en silencio hasta que aquella criatura, que se parecía a un duende de esos de los cuentos, le habló.
—Creo que estamos a salvo. Esta estancia siempre se la pasa de largo.
—¿Quién eres? Nunca te había visto.
—Mi nombre es Juktefrunchen, pero puedes llamarme Juk. Tú debes ser Andreu. Hacía muchas semanas que te buscaba y por fin te he encontrado.
—¿Me buscabas? ¿A mí? ¿Por qué?
—Para ayudarte a matar a tus monstruos, por supuesto. Hasta que no acabes con ellos, estarás atrapado para siempre. Nunca te dejarán abandonar estas pesadillas.
—¿Y cómo me has encontrado?
—Viajando entre los que sufrís sus ataques. Sois unos cuantos, por si no lo sabías. A algunos les he podido ayudar y ya viven tranquilos. A otros, como en tu caso, cuesta encontraros. Os esconden muy bien.
Andreu no entendía muy bien lo que le estaba diciendo Juk, pero si le ayudaba a derrotar a aquellas bestias, pues era más que bienvenido.
—Muchas gracias, Juk. ¿Cuál es el plan?
—Llamaremos su atención y lo llevaremos con los otros dos. Una vez estén los tres juntos, lucharán entre ellos hasta que solo quede uno. Entonces, podremos acabar con él para siempre.
—¿Los tres juntos? ¿Estás loco?
—En absoluto. Confía en mí. Ya lo he hecho en otras ocasiones.
—¿Y qué pasará cuando solo quede uno?
—Muy sencillo. Te tomarás esta pócima venenosa. Para ti resultará inofensiva, pero el que te muerda, morirá en pocos segundos.
—¿Y no hay otra manera que no sea mordiéndome? Duele mucho.
—Lo sé, pero será la última vez. ¿O prefieres quedarte atrapado en estas pesadillas para siempre?
—De acuerdo. Cuando quieras, entonces.
—Genial. Sígueme.
Juk abrió la puerta con su llave y empezaron a recorrer los pasillos del hospital. A lo lejos, oyeron el rugido de Drunk, así que se dirigieron hacia allí.
Al girar una esquina, lo vieron. Era un ser aterrador. Juk no lo dudó y le pegó un grito. Drunk se giró y empezó a correr hacia ellos.
Salieron en dirección contraria. En un momento dado, Juk sacó su llave y abrió una puerta. Al cruzarla, fueron a parar a un cementerio. Andreu conocía ese lugar a la perfección, era la morada de Hulk, el monstruo verde y viscoso que le atacaba con ácido.
Drunk atravesó la puerta y continuó su persecución. Juk le indicó que le siguiera y fueron directos hacia las catacumbas, donde Andreu siempre era devorado.
Bajaron las escaleras y accedieron a una gran sala, allí estaba Hulk devorando un amasijo de carne. Cuando los vio, empezó a perseguirlos. Se metieron por un túnel que conducía a una serie de cavidades en la roca, donde descansaban infinidad de esqueletos. Entonces Juk sacó su llave, hizo unos signos extraños en la pared y una de esas cavidades se extendió hasta que fueron capaces de meterse por ella.
Al cruzar al otro lado, llegaron a un bosque tenebroso donde Artros tenía su escondrijo. Siguieron corriendo hacia aquellos árboles aterradores. Andreu miró hacia atrás y vio como Hulk y Drunk les perseguían a pocos metros de distancia, dando mordiscos al aire.
—Ahora nos esconderemos en un lugar que he preparado cerca de la morada de Artros. Desde allí podremos ver cómo se pelean entre ellos.
Juk giró a la izquierda y llegaron a un claro. Lo cogió de la mano y lo introdujo en el hueco de un árbol.
—Ahora silencio.
Se quedaron muy callados mientras observaban como los dos monstruos que les seguían la pista entraban en aquel claro.
Entonces, Artros saltó de un árbol y se abalanzó encima de los visitantes.
La lucha que hubo a continuación fue horrible. Se mordieron, desgarraron y golpearon entre ellos. Los gusanos de Artros paralizaron a Hulk, que fue desgarrado por los otros dos sin compasión hasta que dejó de moverse.
Drunk y Artros se enzarzaron en otra horrenda batalla. El resultado fue el que Andreu menos deseaba, ya que Drunk acabó con su rival sin ninguna dificultad, devorándolo sin compasión.
—Ahora tienes que beber esta pócima y dejar que Drunk te muerda. Si todo sale bien, no nos volveremos a ver. Espero que seas muy feliz. —dijo Juk.
—¿No hay otra manera? ¿Y cómo que no nos volveremos a ver?
—Lo siento, Andreu. No hay otro modo. Debe ser así. Mis servicios serán requeridos por otros en tu misma situación. Debo ayudarles.
—Claro, supongo que es lo correcto. Muchas gracias, Juk.
Se abrazaron durante unos segundos y Andreu bebió del frasco que Juk le ofreció. A continuación, salió del hueco del árbol y se encaró con Drunk.
—Aquí me tienes, maldito. Ven a por mí.
El monstruo se le acercó y lo derribó de un golpe. Saltó sobre él y le inmovilizó con sus largas patas. Lo miró a los ojos y le mordió en un brazo.
Andreu gritó de dolor, la mordedura le había atravesado por completo y le rompió los huesos por varios sitios. Pero entonces, Drunk se tambaleó, se apartó de encima y empezó a toser. Al cabo de varios segundos, su enemigo se derrumbó delante de él. No tardó en morir.
Andreu no se lo podía creer, sus monstruos habían muerto. Por fin se había deshecho de ellos.
—Está moviendo los ojos.
—¿Qué dices?
—Que está moviendo los ojos. Rápido, llama al médico.
Marcos, el padre de Andreu, salió de la habitación en busca del doctor.
—Cariño, ¿me oyes? Soy mamá. Despierta, mi amor.
Andreu abrió los ojos muy lentamente. No era capaz de ver nada, el brillo de la habitación se lo impedía. Necesitó de varios minutos para acostumbrarse.
En ese momento, su padre entró acompañado del médico que llevaba su caso.
Se acercó a la cama y empezó a auscultar a su paciente.
—Es increíble. Parece que todo está correcto. ¿Cómo te encuentras, Andreu?
—Eh, bien. Me encuentro bien.
Sus padres se abalanzaron sobre su hijo para abrazarlo y besarlo. Les habían dicho que el estado de coma en el que se encontraba era muy severo, que tal vez nunca despertaría. Habían pasado meses desde el accidente que lo había dejado en aquella situación.
Iban en coche, camino del colegio, cuando una furgoneta se les echó encima y dieron varias vueltas de campana. A ellos no les sucedió nada, pero Andreu se había golpeado la cabeza y no había despertado desde entonces.
Todo había acabado, su hijo se había despertado y nadie sabía por qué.
En los años que siguieron, Andreu se dormía todas las noches con la esperanza de volver a ver a Juk, aquella criatura que lo había salvado, pero sabía que jamás la encontraría. Estaría ocupado combatiendo contra monstruos en las pesadillas de otros pacientes en coma. Solo esperaba que todos llegasen a beber aquella pócima que le salvó la vida.
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