Loading

Electricidad una historia de diversión, terror y progreso

Es sorprendente ver hasta qué punto dependemos de la electricidad en las sociedades modernas. No hace falta que haga una lista de electrodomésticos para mostrároslo, ya los conocéis perfectamente.

Hacer el ejercicio de quedarse sin electricidad parece que nos lleva a la época de las cavernas, pero lo cierto es que todos nos hemos quedado alguna vez sin luz en casa y hemos sobrevivido. Pero es molesto cuando pasa. Muy molesto, de hecho. Porque aunque no nos lleva al paleolítico, sí nos lleva al siglo XVIII. Y no estamos preparados para vivir por más de lo que nos aguante la batería del móvil en ese siglo.

En aquella época la electricidad era un entretenimiento para los ricos (y no tan ricos). Los fenómenos eléctricos eran sorprendentes y valía la pena admirarlos. Había incluso electricistas ambulantes que iban cual juglares por los pueblos ofreciendo electrificarte por un módico precio. Vamos, que pagabas para que te dieran un calambrazo, como a los pobres estudiantes de este vídeo.

Quizá habéis jugado alguna vez a atraer papelitos con un bolígrafo que se ha electrizado rozándolo con un jersey. Pues también lo hacían entonces, pero a lo grande y con sus propios cuerpos.

Pero lo que empezó como un entretenimiento se fue haciendo cada vez más turbio... Si le aplicabas corriente a un cadáver podías mover sus extremidades, por ejemplo. Y con unos electrodos que excitaran el diafragma, podías hacer que el muerto respirara. Señoras y señores, a principios del siglo XIX resucitar a los muertos había pasado de ser una extraña fantasía a una realidad plausible.

La imagen de arriba resume las sensaciones ante los nuevos descubrimientos: interés y curiosidad por un lado, repulsa y condena por otro. La electricidad ya se usaba como remedio para cualquier cosa ("si te duelen las rodillas échate unos calambrazos por ahí, verás qué bien"), pero no bastaba con eso. Si la electricidad lograba mover los cuerpos es que debía ser la esencia íntima de la vida. Era cuestión de seguir investigando para resucitar a los muertos. Hijo de su época, Frankenstein se publicó en 1818.

Más adelante, ya a finales del XIX, llegó la llamada Guerra de las corrientes, una competición entre las empresas partidarias de la corriente continua (Edison General Electric) y las de la corriente alterna (Westinghouse Electric). Esta última estaba demostrando ser más ventajosa a la hora de llegar a las casas, fábricas, etc. Sin embargo, los defensores de la corriente continua no iban a ceder tan fácilmente.

Harold Brown fabricó una silla eléctrica con corriente alterna para demostrar los peligros de esta electricidad. Ejecutó a varios animales y la silla se empezó a usar en la pena capital, lo cual, más que servirle para desprestigiar la corriente alterna, le sirvió para desprestigiarse a sí mismo.

Sin embargo, cuando murió electrocutado por accidente John Feeks, trabajador de la Western Union que estaba instalando líneas de telégrafo, el prestigio de Brown creció como la espuma. La corriente alterna era, en efecto, un peligro. Pero ya había ganado la guerra. Por entonces, a Edison le preocupaban más otros negocios que el de la iluminación, y de hecho la Edison General Electric pasó a llamarse General Electric asecas y empezó a instalar también corriente alterna.

A menudo se dice que el famoso corto de Edison en el que se electrocuta a un elefante es uno más de estos actos crueles con animales para mostrar los peligros de la corriente alterna, pero lo cierto es que este vídeo se realizó en 1903, unos diez años después de que la guerra ya estuviese zanjada, así que lo único que pretendieron fue grabar el espectáculo.

Por otra parte, los defensores de la corriente alterna, en todo este tiempo, también se defendieron de los ataques vertidos sobre ellos. La foto de fondo muestra a un Nikola Tesla relajado, consciente de que los miles de relámpagos que le sobrevuelan son inofensivos.

Durante el siglo XX llegaron otras revoluciones hijas de la electricidad, pero que tienen tal calado que se suelen describir a parte: la electrónica, la informática, Internet... Todas ellas explican la omnipresencia de lo eléctrico en nuestras vidas y nos hacen ver esta energía como algo imprescindible. Y aunque algunas percepciones del pasado se van borrando (ya no creemos que nadie vaya a resucitar por soltarle calambrazos), algunas persisten: la electricidad hoy en día sigue siendo uno de esos divertimentos sorprendentes como los que impresionaron a las gentes del siglo XVIII.

Created By
Francisco J. Paños
Appreciate

Credits:

Created with images by Michael Rogers - "Storm at dawn" • Bruno van der Kraan - "Caves at sundown" • Fabian Grohs - "untitled image" • San José Public Library - "Ethan's Crazy Static Electricity Hair".

Report Abuse

If you feel that this video content violates the Adobe Terms of Use, you may report this content by filling out this quick form.

To report a copyright violation, please follow the DMCA section in the Terms of Use.