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Ñembi Guasu: nuestra huella entre las cenizas Andrea Monasterios

Más de cinco millones de hectáreas de naturaleza han dejado de existir en Bolivia. 28,4% de todo lo que se deforestó entre 2005 y 2018 sería el equivalente a lo que se quemó entre julio y septiembre de este año. Solo en el 2019, hasta el 26 de septiembre de este año.

En lo que se conoce como la Amazonía boliviana, más de dos millones de sus habitantes están carbonizados y desparramados en tierras antes rojizas y ahora cubiertas de ceniza. Los signos de sufrimiento son evidentes: los cuerpos fríos yacen sobre la tierra aún caliente. De aquellos que pudieron escapar, muchos morirán por falta de alimento, los otros tienen traumas. Pocos tuvieron la suerte de la osa bandera Valentina, que al ser rescatada, cayó en un coma profundo. En medio de toda esa destrucción, también está un pueblo ayoreo no contactado y acorralado por el fuego.

La cronología se remonta a décadas de falta de voluntad para convivir en armonía con la naturaleza. Pero es este año cuando se hace evidente que los planes por la preservación de los bosques -firmados en tantos convenios internacionales, como el Acuerdo de París, que Bolivia ratificó en 2017- son solo parte de la letra muerta de tantos otros papeles. Con la aprobación del decreto supremo 3973, el 9 de julio de 2019, se amplía la frontera agrícola y sin preguntar a la población se concreta que:

Foto: Ardilla muerta en el incendio del 30 de septiembre en una estancia en Ñembi Guasu. A. M.

“ARTICULO 5.- En los departamentos de Santa Cruz y Beni, se autoriza el desmonte para actividades agropecuarias en tierras privadas y comunitarias, que se enmarque en el Manejo Integral y Sustentable de Bosques y Tierra, conforme a los instrumentos de gestión específicos aprobados por la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra – ABT, y sus Planes de Uso de Suelo vigentes. En ambos departamentos se permite las quemas controladas de acuerdo a reglamentación vigente, en las áreas clasificadas por el PLUS que así lo permitan.”

Quienes se apuraron en manifestar su rechazo a esta medida fueron los indígenas del Comité Defensor de la Amazonía de la cuenca del río Madera, en el departamento de Beni. La tala y quema afectarán todo su trabajo en reforestación y calificaron de mercantilista el decreto, pues se evidenció que no hay un manejo profesional de la naturaleza. Como antecedente, la Red Amazónica de Información Socioambiental Georeferenciada establece que entre el 2005 y 2018, la Amazonía boliviana perdió 18,7 millones de hectáreas.

La sociedad prende chispa

Pero no es hasta la segunda semana de agosto que la población en general se termina de enterar que este año los “chaqueos”, como se conoce a las quemas controladas en Bolivia, no son las que se acostumbra. Si bien ya estaba normalizado estar rodeados de humo en esta época, los pedidos de auxilio de las comunidades aledañas del territorio afectado, las alertas del Centro de Operaciones de Emergencias Departamental y los animales que inesperadamente llegan a la ciudad de Santa Cruz, son cada día mayores. Es entonces cuando una densa capa de humo cubre la ciudad, cuyo himno tiene paradójicamente la frase “bajo el cielo más puro de América”.

Desde el 13 de julio se sabe que el 46% de Santa Cruz está en peligro crítico por el fuego. El 8 de agosto, el alcalde de San José de Chiquitos, Germaín Caballero pide que se declare emergencia para gestionar ayuda internacional. Para el 13 de agosto Roboré se declara en desastre: 25 mil hectáreas quemadas parecen ser lo suficientemente impresionantes para llamar la atención del Gobierno central. Las acciones que se toman a nivel nacional, como el freno de las autorizaciones de quema controlada que otorga la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT), no tienen ningún resultado.

Es recién el 19 de agosto que el presidente de Bolivia, Evo Morales, visita la zona y aunque declara que “hay que ser sinceros, no les voy a mentir, a ver si podemos apagar el fuego según la información es mucho”. Sin embargo, resalta que no es necesaria la ayuda internacional, pues, "el país está preparado". Aunque en ese momento solo se cuenta con dos helicópteros Bambi Bucket. A nivel nacional, empiezan las protestas, la agenda de medios toma el evento como el más relevante: cifras, datos, declaraciones, la temporada preelectoral parece estar en pausa.

El 20 de octubre, Bolivia elegirá a su presidente y este desastre se interpuso en la carrera.

A la región de la Amazonía boliviana que se encuentra en Santa Cruz se la conoce como Chiquitania. Más al sur, como Chaco y Pantanal. El bosque seco chiquitano es el punto intermedio del degradé de árboles como las palmeras que lentamente se van cruzando con los burupaus, propios del Chaco, que se expande hasta Paraguay. Hacia el lado de Brasil está el Pantanal, hogar de la casi extinta paraba azul y una de las mayores zonas húmedas del mundo, que nutre las aguas del rio Paraguay.

Solo en Santa Cruz la destrucción representa 3,1 millones de hectáreas, más del 40% se tratan de áreas protegidas.

La sociedad parece estar dividida en este tema: desde el oficialismo se apunta a opositores y activistas como responsables. Incluso varias autoridades acusaron a chilenos, brasileños y menonitas. Activistas acusan al Gobierno que, con las leyes 741 y 1098, además de los decretos supremos 3874 y 3973, avala las prácticas de destrucción de la naturaleza. El presidente defiende a los pequeños chaqueadores, porque "de algo deben vivir" y dice que el desarrollo es primero. La oposición aprovecha el tema para decirle que Bolivia Dijo No a su cuarta candidatura. Para el resto, es como si el incendio no tuviera que ver con ellos.

Contener el espíritu

El luto que dejaron los siete bomberos fallecidos durante los incendios en Bolivia reveló que, por un lado, nuestra sociedad es solidaria siempre y, por otro, que haber participado de esta titánica tarea dejará consecuencias a muchos. Por eso, consta como uno de los pedidos en la recién creada Coordinadora Intersectorial en Defensa de la Naturaleza y los Pueblos, que se les otorgue un seguro de salud, pues la inhalación de monóxido de carbono, entre otras cosas, puede causar daños en su salud.

Pero también hay que pensar en el costo psicológico de nuestra sociedad. ¿Quién dará la contención necesaria? Mónica Negrete, egresada en veterinaria y voluntaria lamentaba no tener tiempo para entristecer por la muerte de sus amigos bomberos, porque el fuego continúa y los animales siguen en riesgo.

Todos aquellos que ingresaron a las zonas, con o sin experiencia, están condenados a recordar de por vida las imágenes de devastación, el silencio de la tragedia, el manto blanco de la ceniza, el rojo vivo del fuego al lado del camino, el olor a humo impregnado en el cuerpo, la lluvia sombría con restos de árboles: la muerte, en alguna medida, de nuestro espíritu.

Última parada: El gran refugio

Una pequeña voz surge en Ñembi Guasu, el área protegida más joven de Bolivia. En medio de la vorágine de acusaciones, reclamos y protestas, desde Roboré -que se convirtió en el centro de operaciones gubernamental para dirigir las acciones-, se determina que las zonas con gente serán las prioritarias.

Ñembi Guasu, entonces, queda relegada como si se tratara de un monte sin vida. Sin embargo, gente del Gobierno Autónomo Guaraní Charagua Iyambae (GAIOC), junto con el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) y Naturaleza, Tierra y Vida (Nativa), entre otros, toman este territorio como su prioridad.

En guaraní, Ñembi Guasu significa "Gran Refugio".

Adhemar Flores, legislador de la GAIOC y miembro de la comisión de Recursos Naturales, Tierra y Territorio, cuenta que la falta de equipo y logística es lo que demora sus acciones de contingencia. Más adelante, vendrá la etapa de restauración, aunque prevé que la mayor amenaza serán los avasallamientos que tienen por aliados a los del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), que a pesar de saber que es una área protegida, siguen entregando títulaciones. Flores ya tuvo que enfrentarse y sacar a gente que se estaba asentando en la zona.

José Picanderai explicando por que busca a sus hermanos ayoreos. Foto: A. M.
De quienes no se sabe nada es de los ayoreos no contactados.

A pesar de existir diferentes legislaciones como el Decreto Supremo 24122, en el que “se garantizan y aseguran los derechos de subsistencia básica y actividades de transhumancia, recolección y manejo del hábitat de las familias ayoreo de nómadas no contactados” o el Decreto Supremo 1286, que señala que “las naciones y pueblos indígena originarios en peligro de extinción, en situación de aislamiento voluntario y no contactados, serán protegidos y respetados en sus formas de vida individual y colectiva”, el rastro de estas vidas parecen ni cruzarse por la cabeza de quienes gestionan la ayuda "humanitaria".

Esta es la mayor preocupación de Jose Picanderai, un ayoreo de la comunidad Urucú, que entró hasta donde se hacían las exploraciones con drones en Ñembi Guasu para buscar algo de atención.

“Mis hermanos están ahí y estamos preocupados por que en las imágenes del satélite hemos visto que el fuego está en su zona”.

Cuando dice "su zona", se refiere a los hitos entre el 4 y 6 del lado boliviano, aproximadamente, desde el sur de Santa Teresita y la comunidad Nueva Jerusalén, hacia el parque Kaa Iya.

Sabe que no están en Paraguay, porque allá hay protocolos y gente que los monitorea, además de que allá los ganaderos cierran sus terrenos, mientras que en Bolivia quedan abiertos.

Restos de plantas carbonizadas. Foto: A. M.

“Ellos no saben cómo protegerse, he pedido ayuda al Ejército, he escrito cartas al alcalde de Roboré. Quiero hacer un reconocimiento aéreo porque de día se los puede ver cuando están cocinando, pero no me hacen caso, dicen que no hay gente aquí, pero está nuestra huella. Ancestralmente este es nuestro territorio”, ruega José y explica que sus "hermanos" son nómadas y que, seguramente, irán a tierras elevadas donde no llegue el fuego. Pero la tristeza de la devastación los invadirá inevitablemente y los afectará de manera directa, porque sus fuentes de alimento mermarán.

Ellos, a diferencia de nosotros, cazan para el día, sacan la miel para el día.

Ante la falta de protocolos y conocimiento general, recomienda no acercarse a ellos, no hay que seguirles ni gritarles por que eso sería tomado como una provocación y les pueden defenderse a flechazos.

Rebeca Chiqueno, de la Central Ayorea Nativa del Oriente Boliviano (CANOB), reconoce que existen indicios para saber que están por ahí. Hace un par de meses, cuando su hijo entró a cazar, los escuchó gritando, además de ver sendas abiertas donde están sus huellas. También está preocupada por esta situación y espera al encuentro de emergencia que habrá en octubre entre Bolivia y Paraguay, para saber como proceder en este tema.

Desde la CANOB en Bolivia y UNAP en Paraguay están demandando a las respectivas autoridades coordinar con sus organizaciones para generar acciones y garantizar los derechos humanos fundamentales del pueblo ayoreo, pues sus sistemas de supervivencia para alimentarse de las raíces, miel, insectos y animales han sido destruidos y señalan que se sienten amenazados por el agronegocio.

Responsabilizan a las autoridades de ambos países y exigen la sanción de los culpables. “¿qué será de ellos, viven aún?” cuestiona su comunicado.
En el silencio del bosque fantasma sus habitantes no tienen recursos para sobrevivir. Foto: A. M.

“Los servidores públicos del nivel central del Estado, de las entidades territoriales autónomas y la sociedad civil, tienen el deber de hacer cumplir los derechos de los titulares de la presente Ley, bajo responsabilidad administrativa, civil y penal”, dice el artículo 5 de la ley 450 de Protección a Naciones y Pueblos Indígena Originarios en Situación de Alta Vulnerabilidad del 4 de diciembre de 2013.

En la misma, se anuncia la creación de la Dirección General de Protección a Naciones y Pueblos Indígena Originarios (DIGEPIO). Hasta este año, esta oficina no existe. Como tampoco se sabe de protocolos bolivianos ni proyecto de sensibilización.

¿Qué pasaría si en medio del desastre bomberos voluntarios se encuentran con ellos? ¿Saben que nuestra ropa tiene bacterias que pueden enfermarlos? ¿Saben que son hostiles y que no hay que intentar establecer comunicación?

Detalle de la devastación del fuego en la Chiquitanía. Foto: A. M.

¿Qué será de ellos, viven aún? Ninguna autoridad se ha manifestado al respecto de los no contactados, pareciera que los decretos y leyes son, de nuevo, letra muerta en los documentos que se firman en el "intento" de hacer bien las cosas.

Llegada la hora, cuando es necesario implementarlas, el camino se desvía.

Habría que rescatarnos como a la osa Valentina, quien después de su coma despertó y muestra mejorías. Nunca será la misma de antes, pero por lo menos se le dio una nueva oportunidad para continuar con su vida.

En la agenda patriótica del Gobierno constan las grandes exploraciones en busca de combustibles fósiles, construcciones de megaproyectos, exportación de carne masiva, venta de etanol, que nada tienen que ver con los derechos de la madre tierra.

Mientras el modelo de desarrollo extractivista bolivianos -que se basa en la propiedad privada de los recursos y su extracción en grandes cantidades, mercantilizando a la naturaleza para fortalecer la economía internacional provocando consecuciones territoriales- continúe como regla, los habitantes de los últimos refugios naturales irán migrando, desapareciendo, escapando o muriendo.

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Andrea Monasterios
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Andrea Monasterios