mujeres que Trabajan con el vidrio Una historia de fortaleza en Sivingani

Cuando se googlea Sivingani, un lugar de la zona sud de Cochabamba, todas las noticias que aparecen en el buscador están relacionadas a un hecho terrible de violencia que ocurrió hace cuatro meses.

Es como si esto hubiera dejado su marca, así como los anuncios de advertencia a los delincuentes que colocan los vecinos en las paredes de algunas casas.

Pero no todo tiene este tinte, pues casi en el anonimato, está la historia de Celia Mamani, una joven madre y jefa de hogar que impulsa cada día un pequeño negocio de servicio para el reciclaje de vidrio. Ahí mismo, en un galpón de su casa en Sivingani.

Junto a ella nueve mujeres en iguales condiciones sacan adelante el emprendimiento. Trabajar y mantener una familia sola es algo cada vez más común, pero no por eso más fácil.

La jornada laboral es de lunes a viernes de 08:00 a 18:00 y el sábado hasta medio día.

En el galpón, grandes cantidades de vidrio cortado las espera. Cada una realiza la recepción del vidrio residual, separación del material por colores (ambar, cristalino y verde), luego el retirado de tapas y etiquetas para su posterior embolsado y almacenado. Finalmente, la entrega del material. Aunque esto se resume en tres fases, la labor demanda fuerza física y mucha dedicación.

Unas botas o zapatos de goma, guantes, lentes protectores y una pañoleta para el cabello, son los elementos con los que cuentan para realizar este proceso.

La idea inició hace aproximadamente 10 años con el padre de Celia que trabajaba en la empresa Vidriolux, encargada de la fabricación de envases de vidrio, ella también tuvo su experiencia laboral ahí, pero luego vio una oportunidad para tener su propio emprendimiento.

“Antes mi papá trabajaba machucando el vidrio, yo me separé del papá de mis hijos y no tenía con qué mantener por eso me metí a trabajar ahí para ganar algo”, relata.

Las limitaciones eran varias al inicio, pero gracias al Centro de Intermediación Empresarial de Residuos Valorizables (Cierva), programa creado por la Cámara Departamental de Industria de Cochabamba con el apoyo de Swisscontact, se pudo establecer una alianza estratégica con la empresa Vidriolux S.A. contando como principal resultado un compromiso de apoyo hacia “Sivingani Recicladora”.

“Cada semana mandan pedido según lo que tienen ellos, generalmente seis volquetas, unos 9 mil a 10 mil kilos recuperamos de cada una. La separación es difícil cuando viene con tierra tenemos que cernir y hay bastante polvo”, explica Celia.

“Cargar a la volqueta es lo más pesado, debe tener como 50 kilos. A veces tenemos problemas de espalda por eso”, añade.

Ellas recuperan el vidrio de los residuos que podría botar Vidriolux y lo devuelven a la cadena de reciclaje. “Recuperan de lo no aprovechable de la empresa, un modelo de negocio que a través de un servicio para el reciclado contribuye al cuidado del medio ambiente”, afirma Carola Ortuño, responsable de Swisscontact en Cochabamba, organización que colabora con este emprendimiento a través de asesoramiento y dotación de materiales.

El reciclaje de vidrio es bastante costoso porque implica grandes inversiones y el costo en el mercado es muy bajo, el kilo se paga entre 20 a 30 centavos y además es complejo de transportar porque está roto, las redes de comercialización son muy escasas y normalmente se va al basurero.

El ingreso mensual que percibe cada una por este trabajo es de 1300 bolivianos, aproximadamente.

El único cliente es Vidriolux que entrega el material y paga por el servicio de selección y limpieza del vidrio residual.

Tener esta actividad en el mismo lugar donde viven les da la oportunidad de contar con ingresos mientras atienden a sus hijos y realizan sus labores domésticas.

Además se destaca el crecimiento del emprendimiento, que ya se ha establecido formalmente con un NIT, porque fomenta el intercambio de residuos valorizables e impulsa la creación de Negocios Verdes.

“La cadena de reciclado de vidrio es un círculo perfecto en el que los envases vuelven a la vida infinitas veces. Todo el engranaje que se activa al reciclar es un claro ejemplo de sostenibilidad y de economía circular”, afirma el portal español ecovidrio.

De acuerdo a datos de Swisscontact, "Sivingani Recicladora", sería la única empresa en Bolivia con este servicio de reciclaje de vidrio.

“Quiero seguir y crecer”

Celia no tiene muy claro cómo hacer más sencillo su trabajo pero está convencida de que quiere seguir con su empresa, crecer y dar empleo a las mujeres de Sivingani.

“Quiero incluir a más señoras, mucho vienen a buscar trabajo. A veces me ruegan pero me da pena, no tengo más espacio”, lamenta.

El trabajo manual es minucioso, las manos dañadas de Patricia, otra de las mujeres que trabaja en la Recicladora, lo muestran. Ella no usa guantes porque le resulta más fácil la selección del material sin ellos. “El vidrio no corta, ya estoy acostumbrada”, dice.

A simple vista la cantidad de material es impresionante y una pregunta casi obvia, ¿cómo lo hacen?

Sentadas alrededor de la montaña de vidrio, una charla de vez en cuando y a veces perdidas en sus pensamientos levantan los trozos para cernirlos y separarlos en bolsas, luego estas se van apilando poco a poco para finalmente cargarlas a la volqueta. El galpón queda vacío hasta que otra vez llegue el material.

Celia piensa en una forma de agilizar el proceso. “Yo quisiera en esto nomás trabajar pero no sé cómo hacer más rápido o modernizar, creo que hay una máquina (…) no conozco”.

Mirar hacia adelante

En aproximadamente media hora se llega a esta localidad en movilidad propia, pero también hay un par de buses públicos que hacen el recorrido.

Desde la vivienda de Celia, se puede apreciar una hermosa vista de la zona y el cielo azul con jaspes blancos que dan un apacible marco a la tarde, aunque no siempre es así. Por eso ella agradece los días frescos y con buen clima.

En lluvia no pueden trabajar a pesar de que ahora el galpón cuenta con un tinglado, no es el adecuado. “Está muy alto, yo no entiendo bien de estas cosas, necesitábamos para protegernos pero me han engañado cuando han construido, hombres son pues”, dice Celia, entre risas.

Ella tiene 33 años y es madre de dos adolescentes de 16 y 13 años. Su vida no ha sido fácil pero siente que este trabajo le da una oportunidad no solo a ella de ser independiente sino a otras mujeres del lugar.

“Ahora, este tiempo los hombres son prestados”, afirma Celia para quien la vida en pareja no ha sido buena y le queda el recuerdo de una desilusión.

Vivir en estas circunstancias le ha dado cierta fortaleza que le ayuda a lidiar con un entorno, a veces hostil en Sivingani, donde “hay gente que es medio envidiosa, me reclaman por el polvo, también porque somos pura mujeres, pero ¿qué voy a hacer? Es mi trabajo. Me aguanto por mis hijos sobre todo porque estoy al lado de ellos”, asegura.

Sivingani no es un lugar fácil, pero es el hogar de Celia, quien se aferra al optimismo para seguir, un día a la vez y sin perder la esperanza.

Por: Fabiola Chambi

Imágenes: Gerardo Bravo

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Por: Fabiola Chambi Vídeo: Gerardo Bravo

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