Un refresco para nuestra sed de reconocimiento

- Amor, ¿me queda bien el disfraz?
- Sí, amor, te ves bonita de vaca.
- ¿Vaca? ¡Pero si voy de dálmata!

Es normal que necesitemos la validación de los demás, aunque hay veces que ésta no llega o, peor aún, llega como en el caso del chiste que abre este artículo.

Seamos conscientes o no, prácticamente todas las personas tenemos necesidad de reconocimiento. Para algunos, se vuelve tan importante que llega a ser el verdadero motor de su vida. Para algunos otros, no tendrá la misma trascendencia, pero siempre habrá una sed de ser reconocidos.

En la primera etapa de nuestra vida, el reconocimiento de nuestros padres, y posteriormente, también el de nuestros hermanos, es un factor fundamental en el proceso de formación de nuestra identidad, en el desarrollo de nuestra autoestima. Necesitamos que nos digan lo bien que hacemos las cosas, cuán competentes somos, qué guapos somos, etc. Teóricamente, esta necesidad debería disminuir conforme fuéramos experimentando que somos valiosos, independientemente de cualquier validación externa. Sin embargo, por diversos motivos, lo que en realidad sucede es que nos acostumbramos a recibir el reconocimiento externo como una manera de asegurarnos nuestra valía y la aceptación de los demás. Es decir, cuando y somos adultos seguimos buscando que nos pongan “estrellita en la frente” para sentirnos valiosos, aceptados y competentes. Ya para entonces, los padres no serán necesariamente los principales proveedores de reconocimiento, sino la pareja, el colega, el amigo, etc.

Pero desde luego, esto es una apuesta a perder. Creemos que mientras más nos reconozcan, más valiosos nos sentiremos, pero no es ésa la verdadera fuente de nuestra valía. Y como nunca es suficiente el reconocimiento externo, entonces vamos a requerir siempre más y más, a veces pidiéndolo humildemente, a veces exigiéndolo incluso con violencia. Peor aún, nunca podremos estar seguros de que los demás nos reconocerán cuando lo necesitemos y en la cantidad y forma en que lo necesitemos, lo cual nos deja indefensos, inseguros y ansiosos permanentemente.

¿Cómo salir de esta dinámica?

Aun cuando no es fácil de inicio, es necesario preguntarnos los verdaderos motivos de lo que hacemos, es decir, si lo que estamos haciendo lo hacemos porque realmente queremos hacerlo o si estamos “actuando” para conseguir el reconocimiento de alguien. Es estar continuamente preguntándonos ¿para qué estoy haciendo lo que estoy haciendo? Si resulta que identificamos que lo hacemos para los demás, para buscar que nos pongan nuestra “estrellita” en la frente, entonces tenemos la oportunidad de replantearnos el seguir haciéndolo o dejar de hacerlo, o hacerlo desde otra perspectiva. Elegir hacerlo porque es importante para nosotros, independientemente de cuánto nos vayan a reconocer.

Para calmar nuestra sed de reconocimiento, necesitamos refrescar nuestros motivos para actuar. ¡Vale la pena hacerlo!

Escrito por José Antonio Rivera Espinosa

Made with Adobe Slate

Make your words and images move.

Get Slate

Report Abuse

If you feel that this video content violates the Adobe Terms of Use, you may report this content by filling out this quick form.

To report a Copyright Violation, please follow Section 17 in the Terms of Use.