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TULIPA I NATURA ET ARTIS SUNT

Para Alejandra, Celeste y Zulema

La llegada de lo exótico

Las imágenes de tulipanes no aparecen en los libros y el arte europeo hasta el último tercio del siglo XVI. Es por esas fechas cuando las expediciones científicas dieron a conocer nuevas especies procedentes del resto del mundo. Con el apoyo de monarcas y aristócratas, se crearon los primeros jardines para el cultivo de estas nuevas plantas, hasta entonces desconocidas.

Procedentes desde su hábitat originario en Asia central, concretamente desde Turquía, los tulipanes resultaron exóticos.

Sus primeras representaciones visuales las encontramos en libros científicos, como los realizados por el científico y botánico Carolus Clusius (1525-1609). En ellos registraba las especies junto con sus nombres en latín. Fue él quien ayudó a propagar los tulipanes por el continente.

Phillipp Hainhofer. Castillo de Willibadsburg, c.1611. Wolfenbüttel, Herzog-Augustus-Bibliothek, Cod. Guelf. 23.3. Aug. 20, fol. 13v — 14r.

Museos de papel

El Hortus Eystettensys, 1613, es, por su belleza, un museo de papel. En él quedaron registradas las flores cultivadas en el mayor jardín de su tiempo, situado en las inmediaciones del castillo de Willibaldsburg (Baviera).

Era el único jardín botánico europeo fuera de Italia. Pertenecía al príncipe-obispo de Eichtätt, Johann Konrad von Gemmingen (1561-1612).

Al Hortus Eystettensys se le considera la mejor antología botánica del siglo XVII y marca la transición definitiva de la xilografía al huecograbado. El encargado de esta titánica empresa fue el botánico Basilius Besley (1561-1629).

Las imágenenes de arriba, al igual que la del fondo, pertenecen al Hortus Eystettensis de Besley. Biblioteca digital del Real Jardín Botánico.

Amplissimum et Selectissimum

Las plantas exóticas llegaban a Europa en barcos ingleses, franceses y holandeses. Los comerciantes adinerados crearon viveros para satisfacer la demanda. Se desarrolló un comercio de plantas que abastecía a los jardines de la nobleza y las clases pudientes.

Anselmus Boëtius de Boodt (1596-1610). Acuarelas sobre papel del octavo de doce álbumes con dibujos de animales, pájaros y plantas conocidas alrededor de 1600. Fueron encargadas por el emperador Rodolfo II. Rijksmuseum

Las ilustraciones botánicas pronto hallaron lugar en la producción de catálogos de las especies disponibles en los viveros, como el Florilegium Amplissimun et Selectissimum, 1612, de Emmanuel Sweert (1552-1612).

Sweert fue un pintor y viverista holandés. Preparó su Florilegium como guía para la Feria de Frankfut. Era el jefe de los jardines de Viena del emperador Rodolfo II y suministraba plantas a las cortes de Viena, Praga y los Países Bajos.

Emmanuel Sweert. Láminas coloreadas del Florilegium Amplissimun et Selectissimum, 1612. Dada la popularidad de las hermosas especies de Sweert, la obra contó con 6 ediciones entre 1612 y 1647.

Hortus floridus

Otro catálogo que mostraba entre sus productos los ejemplares de tulipanes ofrecidos, fue el Hortus Floridus, 1614, compilado por Cryspin de Passe’s (1589-1670). De Passe's pertenecía a una familia de grabadores y dibujantes. Tanto él, como su padre y hermanos, contribuyeron con las ilustraciones del libro.

Consta de dos partes. La primera está dividida de acuerdo a las estaciones del año; comprende las plantas de bulbo y tubérculo. La segunda parte está dedicada a las plantas medicinales, frutas y árboles frutales.

Los catálogos florales se hacían con planchas de cobre y eran monocromáticos. Solían llevar indicaciones para que sus propietarios pudiesen colorearlos a mano.

En comparación con las técnicas de grabado en madera del XVI, los grabados en cobre del XVII permitieron representar las flores con mayor precisión y belleza. Aparecieron imitaciones y copias de estas láminas.

La imagen del fondo y las cuatro primeras corresponden al Hortus Floridus de Cryspin de Passe’s conservado en la Biblioteca Digital del Real Jardín Botánico. La lámina iluminada es de un ejemplar conservado en la Biblioteca de la Universidad de Utrecht.

Sobre el Hortus Floridus Anna Pavord, en su libro The Tulip. The Story of a Flower That has Made Man Mad, nos cuenta que era:

...una antología de grabados de plantas de jardín comunes que los viveristas podrían usar para despertar el apetito de los clientes por sus productos […] En los días oscuros de octubre y noviembre, cuando los bulbos se vendían, los clientes potenciales necesitaban una visión de lo que había dentro de estos inverosímiles bulbos, y de Passe´s se los dio. La compilación fue un `best-seller´ —en términos del siglo XVII—, y en 1617 se agregó un suplemento de doce páginas a la antología original, con veinte tulipanes ilustrados con magnífico detalle”.

No se sabe a ciencia cierta si el álbum de las imágenes que acompañan estas líneas, realizado por Jacob Marrel (1613/14-1681), cumplía la función de catálogo para la venta de tulipanes, o si le fue encargado por un coleccionista de estas flores.

Jacob Marrel. Hojas de un álbum de tulipanes, c. 1640. Acuarela y guache sobre papel. Rijksmuseum.

Atribuido a Maria Sibylla Merian (1647-1717). Rijksmuseum.

Una nueva inspiración

A la par que se publicaban estos florilegiums, se desarrolló en el XVII la representación floral como un tema autónomo en la pintura, desvinculándola de los significados religiosos que anteriormente se les había otorgado a las flores. Este fenómeno empezó a darse a finales del XVI, pero fue en el Barroco donde alcanzó cotas nunca antes vistas. La novedad de estos cuadros es que carecían, aparentemente, de un tema narrativo; algunos investigadores detectan en ellos un sentido asociado a las vanitas.

Ambrosius Bosschaert, Vaso chino con flores, conchas e insectos hacia 1609. Óleo sobre cobre. ©Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Ambrosius Bosschaert, Bodegón con flores en un jarrón Wan-Li, óleo sobre cobre, 1619. Rijksmuseum.

Jan Brueghel el Viejo (1568-1625). Floreros, primer cuarto del s.XVII.

Los artistas flamencos se encuentran entre los primeros y los mejores especialistas de este género de pintura, donde el colorido y la luz de las flores se destacan sobre fondos oscuros, creando la sensación de tridimensionalidad. Como puede apreciarse en las imágenes (pinchando sobre ellas se agrandan), cada pétalo, hoja o tallo, fueron pintados con minuciosidad y delicadeza —rasgo característico de la gran pintura holandesa de la época—. La inclusión de insectos, ranas y otros pequeños objetos como conchas o joyas, les proporcionaba un fuerte sentido de realidad, y es posible que también algún significado.

Dos "Semper Augustus", de un libro de tulipanes de Delft.

Tulipanes rotos

Para 1630 los holandeses deliraban por esta flor. Les encantaba. Esta situación se hizo aún más delirante con el brote de los llamados “tulipanes rotos”. Éstos presentaban pétalos con rayas multicolores; eran más escasos y, por supuesto, más caros que los tulipanes normales. El más peculiar de todos, y por lo tanto el más caro, fue el llamado Semper Augustus.

Algo que no se sabía en ese entonces, era que la "ruptura" de los tulipanes se debía a un virus que atacaba a la planta.

Pintura de Jan Van Goyen, 1625.

La fiebre del tulipán

En el siglo XVII, Amsterdam era un importantísimo puerto. El comercio fue la principal fuente de riqueza de Holanda. Favoreció la prosperidad económica de nobles y burgueses que se interesaron, entre otras cosas, por el “coleccionismo exótico”. Los tulipanes eran muy solicitados, y más aún, los ejemplares "rotos".

Se especuló con sus bulbos, los cuales llegaron a alcanzar precios estratosféricos. Los floristas no solo comenzaron a comprar los bulbos para revenderlos, sino que también se atrevieron a vender las futuras cosechas. Se llamaban "floristas" a todos los que entraron en el "negocio", gente común que se reunía en las tabernas para especular y que, en realidad, no tenían ningún interés por la flor en sí misma. La especulación estuvo a la orden del día.

Se dice que grandes sumas de dinero cambiaban de manos varias veces en un sólo día por unos bulbos que aun no existían.

En febrero de 1637, cuando se acercaban las floraciones de primavera y los contratos finalmente se intercambiarían por los bulbos, los precios cayeron repentinamente. Algunos especuladores vendieron sus contratos a precios irrisorios y otros se quedaron con contratos sin valor alguno. A este fenómeno se le llama tulipomanía.

Muchas personas quedaron en banca rota, entre ellas el pintor Jan van Goyen.

La imagen del fondo es de Pieter de Hooch, representa una casa rica de los canales de Amsterdam, 1663. Rijksmuseum

Llegaron para quedarse

Tener un tulipán en aquella época era una demostración de riqueza, ostentación, lujo, buen gusto y, por supuesto, despilfarro. Resultaba más barato encargarle un cuadro al pintor más cotizado de Amsterdam. Además de las pinturas florales, se pintaron espectaculares retratos donde el tulipán engalanaba y ofrecía estatus al retratado.

Pintores e ilustradores como Ambrosius Bosschaert, Jan Brueghel, Jacob Marrel, Rachel Ruysh o Jan van Huysum, entre muchos otros, prestaron su arte a tan exquisita tarea.

Jan van Huysum, (1682-1749). Estudios de tulipanes pertenecientes a un álbum, c. 1697-1749. © The Trustees of the British Museum.

El tulipán no sólo llegó a los jardines, a las reproducciones en libros y a la pintura. También sirvió como motivo en mosaicos, bordados, muebles y jarrones para exhibir tulipanes, llamados tulipaneros.

Panel de mosaicos con tulipanes. Anónimo, c.1600 - c. 1630. Los tulipanes están pintados con notable precisión y probablemente son copias de las representaciones de los libros botánicos. Rijksmuseum.

Todo lo dicho fue en Los Países Bajos, pero en otras partes de Europa los tulipanes también encantaron y las pinturas florales tuvieron grandes representantes.

A partir de entonces, y a lo largo de toda la historia del arte hasta nuestros días, esta flor sigue entusiasmando a los humanos. Es fuente de inspiración para muchos artistas. Sus cuadros nos emocionan. Pero estos cuadros los dejaremos para la próxima entrega.

Bibliografía

Besler’s, Basiluis. The garden at Eischstät. Taschen, 2005.

Cartateghi, Soraya. Las flores en el siglo de oro holandés. Página web.

Cirlot, Juan-Eduardo. Diccionario de símbolos. NCL, VII edición, Barcelona, 1988.

Chevalier, Jean. Diccionario de los símbolos. Editorial Herder, Barcelona, V edición, 1995.

López Terrada, María José. La inmortalidad de lo efímero: los secretos de las pinturas de flores. Mètode Universitat de Valencia. Página web.

Pavord , Anna. The Tulip. The story of a flower that has made men mad. Bloomsbury, New York, 1999.

Millares, Coro y Teresa de la Vega. Un paseo entre las flores. Recorridos temáticos. Museo Tyssen-Bornemisza. Página web.

Rijksmuseu. Tulipmania. Página web.

Rodríguez, E. J. Tulpenmanie: la locura de los tulipanes. Página web.

A la derecha:Balthasar van der Ast, Bodegón con frutas y flores, 1620 - 1621.

© María Artigas Albarelli, 2020.

www.mariaartigasalbarelli.com

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Maria Artigas
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