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María, la "hermanita" de los presos

Cuando pisó por primera vez un centro penitenciario, dentro de María inundaba un sentimiento de impotencia y la duda entre conformarse con ver de lejos el sufrimiento de los presos o ayudarlos de alguna manera.

Desde el 2009 la hermana vicentina, María Ángeles González, trabaja muy de cerca con los reclusos, pero su labor voluntaria en Cochabamba ya había iniciado en1994, como enfermera , parte del grupo de la facultad “Elizabeth Seton”.

María, tras su labor en la localidad de Chimboco y en otras provincias, asistía con ayuda sanitaria a las cárceles junto a estudiantes.

Pero en ese entonces “no me daba cuenta de la problemática que involucra el encierro en las cárceles, fue cuando dije me quedaba con la tristeza de la impotencia, y mejor me iba, o me quedo y sufro con ellos y hago lo que pueda”, relata.

Nunca pensó que con el paso del tiempo iba a convertirse en la figura de calidez y seguridad para muchos de los presos, como lo es ahora.

Sencilla y con el acento español marcado, intenta no hablar de sí misma, siempre incluye a su equipo y la labor de caridad que se hace en conjunto dentro de la Pastoral.

Y aunque evita la emoción que siente cuando habla de las dificultades de los internos, sus ojos la delatan y su mirada se pierde.

María explica que los momentos más tristes en una cárcel ocurren cuando los reclusos nuevos ingresan y ven ese lugar del que solo habían oído rumores, después “tienen las audiencias y no es lo que el abogado le había dicho, van pasando los días y las familias se alejan.

Pero su voz se siente más profunda cuando cuenta como los reos reciben la noticia de la condena a veces máxima. Siente su dolor.

Pero también frunce el ceño cuando recuerda las condiciones precarias de los ambientes y de hacinamiento en las que viven personas que llegaron a ser su familia y sus amadrinados.

La semana pasada dos reos sufrieron accidentes por caídas y ella, junto a su equipo, son los que más atentos están a las necesidades y a pagar las curaciones. “Los que se rompen son frágiles”, dice con tono de broma.

La labor principal es ayudar a los privados de libertad de escasos recursos, pero también está preocupada por “esos” casos de corrupción.

María guarda los recortes de periódico con las noticias de las cárceles

González junto a los voluntarios brinda apoyo legal, asistencia psicológica, educación y de salud. Incluso cuando entrega las donaciones se dedica a escuchar los problemas de los internos, “todas las áreas son necesarias de atender”, enfatiza.

Pero las anécdotas también son suyas y las disfruta con una sonrisa pura. Como el día de San Sebastián en el que las reclusas hicieron una procesión y compartieron una misa y un refrigerio invitado por los varones. “Se han ido con el santo y ahora me cuentan que les habían agradecido la visita con una recepción en el patio grande”, cuenta amena y enfatiza en que se debe potenciar esos momentos de esparcimiento de los reos.

Las navidades y muchas otras celebraciones ya no son propias, ni cuentan como feriado. Este 2018 María paso la noche buena en un “tour” por las cárceles, como lo hace cada año, escuchando misa y visitando a las personas por las que da su vida y su tiempo. “ahora no me dio el tiempo para ir a Arani, me ha dado pena porque ya no llegaba”, lamenta.

Pero en la semana y sobre todo los domingos busca un tiempo en su apretada agenda para visitar a los reos. En esos trajines se lastimó tres veces el mismo pie, con tres esguinces que no le impidieron de continuar con su labor solidaria. “Tres días y yo ya estaba saliendo, me traían, me llevaban, pero bueno”, cuenta y ríe.

A pesar de haber dejado su natal España y vivir con una vocación pura de servicio, en la que no conoce tiempo para ella, María siente una total gratificación con su labor.. “Devolver la dignidad a aquellos que no les han entendido, que les han engañado o circunstancias de vivir toda la vida en la calle, eso no es un trabajo”.

Considera que su misión en la vida es “dar oportunidades a la gente”, que otros no han podido acceder porque “cualquier situación es buena para ayudar, hoy toca la cárcel y ahí en todo lo que pueda los colaboro; esa es mi vocación”, manifiesta.

Junto a la Pastoral ha colaborado con la descongestión de los recintos penitenciarios, los tratamientos de salud , entre muchas otras áreas. A pesar de su arduo trabajo no quiere tener el crédito de los resultados. “Yo no inventé la pastoral penitenciaria, eso ya estaba y lo que hicimos fue ver que se podía hacer con lo poco que teníamos”, aclara.

La tarea en las cárceles es difícil, dice, pero aún así no puede repensar esta última década sin su paso porestos recintos donde, con la motivación de colaborar a los presos, encontró su pasión.

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