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Los imparables migrantes centroamericanos Solos o en caravana, los migrantes no se salvan de la peligrosa travesía de viajar ilegalmente a Estados Unidos. Mientras ellos huyen –hartos de la situación en Centroamérica– las estructuras criminales modernizan y fortalecen el negocio migratorio.

© Juanmonino/Getty Images

Gonzalo Ramírez y su hijo Damián salieron de Jocotán, Chiquimula, hacia Estados Unidos con la esperanza de cambiar la vida de su familia. La idea fue de Damián, quien entonces tenía 14 años. Él quería comprar una casa, tierras y enviar dinero a su madre para ayudarle con sus cuatro hermanos pequeños.

Damián estaba desesperado por la falta de oportunidades en Jocotán. Como parte del Corredor Seco, es un sitio famoso por las sequías prolongadas y las altas tasas de desnutrición y pobreza. Además, también se animó porque vio cómo a unos vecinos que hace años salieron rumbo al «norte» les había ido bien: habían puesto una tienda y comprado propiedades.

Con este antecedente, los Ramírez vendieron una parte del único terreno que tenían (valorado en US$6 500) a un «guía» (traficante de migrantes), quien, además de pagarles el valor del terreno, ofreció llevarlos hasta su destino en Estados Unidos. Sin embargo, en el camino las cosas cambiaron. «Llegar a Ciudad Juárez –en el norte de México– nos costó cinco meses» dice Damián. El viaje no fue lo esperado, pues los tres guías (también llamados «coyotes») con quienes viajaron los engañaron y quedaron a su suerte. El plan fracasó.

Tras ser abandonados, Gonzalo y Damián entraron al baño de un hotel y dejaron la maleta del dinero en la recepción. A su regreso, esta había desaparecido. Angustiados, quedaron varados un par de días hasta que lograron subir a un pequeño furgón que compartieron con unas 40 personas más. La instrucción que les dio el «camionero» era ir callados y sentados en cuclillas. Así estuvieron hasta llegar a Ciudad de México.

«Al llegar al DF [Ciudad de México] nos llevaron a una casona en donde estuvimos por 22 días. Había gente que tomaba [alcohol] y enloquecía y siempre llegaba la policía a medianoche», relata Damián. En medio de este caos, pedían dinero en las calles o se ofrecían para algún trabajo. Con todo en su contra, al final se fueron del lugar y trataron de buscar solos el camino.

Según Gonzalo, otro guía más apareció, pero tampoco les ayudó como esperaban. «A ellos lo único que les interesa es el dinero. Es mentira que llevan indocumentados de manera fácil, en el camino todo cambia. Los que dicen “deme tanto y de voladita vas a pasar”, mienten», dice. Al final, un guía que encontraron tiempo después les dio indicaciones para entregarse al Instituto Nacional de Migración de México –que ofrece retornos 'voluntarios' a los migrantes centroamericanos que cruzan ilegalmente la frontera– y fueron deportados de vuelta a Guatemala. Damián no descarta intentar hacer el viaje de nuevo.

El Instituto Guatemalteco de Migración reportó que, de enero a septiembre del 2020, recibieron a 16 709 guatemaltecos deportados desde Estados Unidos por vía aérea. Por vía terrestre desde México, fueron 15 799 retornados. Los datos de la Organización Internacional de las Migraciones demuestran que la población indígena, que conforma la mitad del país, es la que más migra.

Al llegar al DF [Ciudad de México] nos llevaron a una casona en donde estuvimos por 22 días. Había gente que tomaba [alcohol] y enloquecía y siempre llegaba la policía a media noche.

El negocio de la migración

En Guatemala, los traficantes de migrantes acostumbran a anunciarse en radios comunitarias, a través de volantes (pequeños carteles impresos en papel) que reparten en algunas zonas indígenas del norte y occidente del país, y recientemente en redes sociales.

«Viajes garantizados a Estados Unidos» es el nombre de la página de Facebook que utiliza Edgar –nombre que proporcionó al ser contactado– para ofrecer sus servicios. Su carta de presentación incluye fotos y videos en los que cruza varios estados de México. Él asegura que, por US$10 200, en seis días se puede llegar en avión desde Guatemala hasta el Paso, Texas. «La caminata será solo de 20 minutos», promete. Un día más para pasar por el estado de California. Edgar solo traslada a tres personas a la vez. «Salimos cada doce días y tengo una experiencia de 16 años», asegura.

Según entrevistas con fuentes locales, la Fiscalía Contra el Tráfico Ilícito de Migrantes de Guatemala registró alrededor de 150 capturas en el año 2020, de las que solo una corresponde a un coyote, el resto son personas que conforman estructuras ilícitas pero no fueron identificados como coyotes. Desde que se creó en octubre del 2019, la fiscalía ha tenido el apoyo de investigadores estadounidenses para desmantelar las redes que trasladan migrantes. Regularmente, los coyotes cobran entre US$7 000 y US$12 800 dólares por viaje. El migrante tiene tres oportunidades para cruzar la frontera y, de no conseguirlo, una parte de la inversión se devuelve. Sin embargo, como la historia de Gonzalo y Damián muestra, también pueden ser robados.

«Ricardo», otro coyote, maneja varias cuotas, aunque recomienda el «viaje especial» que tiene un costo de hasta US$12 800. Según el coyote, esta opción es más segura porque solo van tres personas. La otra opción, que cuesta US$7 000, tarda 25 días y el traslado es con un grupo numeroso de migrantes que pasa cuatro días en el desierto de Arizona.

A diferencia de los guatemaltecos que comienzan el viaje con coyotes, los salvadoreños y hondureños lo hacen en autobús desde su país hasta llegar a cualquiera de las fronteras de Guatemala o México. Es allí donde buscan a los traficantes para movilizarse. Entrevistar personalmente a un coyote es casi imposible y tampoco es fácil lograr que un vecino lo identifique públicamente: nadie en las comunidades los delata.

Huyendo de la pandilla

En el caso de El Salvador, las pandillas tienen más presencia a nivel nacional que en Guatemala y se reportan más casos similares de personas que abandonan su país a causa de la violencia. Como es el caso de Judith –quien por seguridad pidió el anonimato–, salvadoreña que huyó a principios de este año de la MS-13.

Ella pagaba US$500 mensuales a la pandilla a cambio de mantener abierto su restaurante. Sin embargo, no fue suficiente y la MS-13 mató a su yerno. La mujer salió casi de inmediato con su hija y su nieto rumbo a Estados Unidos para pedir asilo, pero su solicitud fue negada y las enviaron a Guatemala en un vuelo de deportados. Esto es debido a que, en julio del 2019, Guatemala y Estados Unidos firmaron el Acuerdo de Cooperación de Asilo «País Seguro», en el que enviarían a hondureños y salvadoreños a pedir asilo en Guatemala. Este acuerdo, según información oficial de la Casa Blanca, fue anulado con el nuevo gobierno de Estados Unidos.

Mi hija trabaja con miedo, ya que en cualquier momento la pueden deportar

Judith relata que su vida sigue en peligro. Estuvo poco más de dos meses en Guatemala, pero no quiso quedarse pues en la primera caravana del 2020 alguien la reconoció, comenzó a recibir amenazas y se sentía insegura. De allí se fueron a México y consiguieron un permiso de estancia mientras solucionaban su situación migratoria. Sin embargo, el COVID-19 llegó a Latinoamérica y en medio del cierre de fronteras y restricciones en los países, el documento se venció.

Judith se contagió de COVID-19 y su hija tuvo que buscar un empleo para mantener a su madre y a su hijo. «Mi hija trabaja en un restaurante de cerveza en donde gana poco más de 2 000 pesos mexicanos y con ello paga el cuarto y comemos», cuenta.

La preocupación aumenta para esta familia, pues desde agosto pasado sus documentos no están al día. A pesar de insistir en los consulados, la visa humanitaria no les fue renovada. La mujer llora al otro lado del teléfono, «Mi hija trabaja con miedo, ya que en cualquier momento la pueden deportar». Ellas no se sienten seguras donde viven y no descartan intentar otra vez el viaje hacia Estados Unidos en cuanto reúnan algo de dinero.

Walfre García es periodista con 14 años de experiencia. Estudió la maestría en Seguridad, Estrategia y Geopolítica y es licenciado en Ciencias de la Comunicación, ambas en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Comenzó en radio, pero la mayor parte de su carrera ha sido en medios escritos como El Periódico, Ojo Con Mi Pisto, La Hora y Prensa Comunitaria.

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Autor: Walfre García Fotografía: @JosueDecavele