Así fue y tomando mi tercer mate que me di cuenta de lo poco amable que estuve siendo todos estos años conmigo y del cómo una reflexión sobre pies puede cambiarte la vida. Les invito a conocer la brevísima historia de una Mujer... con pies grandes.

Como todo lo poético, fue en abril y otoño. Mi mes y estación favoritas por exelencia, que mi vida tuvo un quiebre. Uno de esos quiebres silenciosos que por lo general venimos intuyendo y evitando hace años por no querer asumirlo hasta que llega la bien conocida gota que derrama el vaso.

Cuando sabés que tenés que cambiar, lo sabés. O la vida te lo hace saber (lo cual puede ser un poco violento). Siempre me pareció que tenía una vida muy hermosa de la cual estar agradecida, familia, casa, amor... Pero algo dentro de mi, muy dentro apretaba como si estuviera poniéndome un zapato de una talla que no es la correcta (sentimiento que cuando sos Mujer y calzás 41 conocés muy bien) acá es como si calzara 41 y toda mi vida fuera un zapato de 39.

La cuestión es que cuando todo va "perfecto" vos hacés silencio. Te callás y aguantás el dolor del juanete, incluso llegás a pensar que sos vos quien se inventa todo ese dolor y que deberías estar agradecidx por tener zapatos en tus pies. Resulta que a veces es mejor andar desclazx.

Me presento.

Soy la Uruguaya, me gusta tomar mate y la poesía. Sencilla, amante de los paisajes solitarios y virgenes de mis tierras con un pie de 41 y zapatos 39.

La verdad he de confesar que también tengo pie plano y que una de las cosas que más disfruto hacer en la vida es andar descalza. Por eso honro este día en que tomo esta decisión de tirar a la mierda todos los estándares que me han delimitado y marcado desde el día que nací (o tal vez antes) hasta el día de hoy.

Amarme es aceptar que tengo juanetes y curarlos.

Y este blog será un documento de que alguna vez, alguien, decidió amarse durante un año. Veremos lo que pasa.