No fue lo que pidieron, tampoco lo que soñaron. Es la realidad que les tocó vivir huyendo de sus países, buscando el sueño americano que para muchos de ellos se convirtió en una pesadilla.

Llegaron a Costa Rica desde Cuba, Haití y África haciéndonos explotar en la cara el gran problema de inmigración que nos parecía tan lejano y que desde hace un año y medio se convirtió en una nebulosa que parece imposible controlar.

¿Existía la inmigración irregular desde antes en el país? Por supuesto que sí, sin embargo, la desarticulación de bandas que lucraban con las esperanzas de un mejor futuro de estos migrantes nos dejó con las manos atadas y con miles de ellos atrapados en nuestras fronteras.

Primero fueron los migrantes cubanos, no obstante, a ellos los esperaba una política migratoria en los Estados Unidos, solo había que redoblar esfuerzos para permitirles llegar a su sueño americano.

Pero a los otros, a los que venían de Haití, a los extracontinentales, a esos nadie los esperaba y hubo que recibirlos.

Viajaron desde África hacia Brasil, cruzaron las fronteras llegando hasta Panamá, este último país los dejó ingresar y se quedaron varados en Costa Rica. En ambas fronteras, sin las condiciones necesarias para vivir y llevando al Estado a un laberinto legal del que ha sido muy fácil salir.

Pasaron más de seis meses en el país, ¿hubo una solución? No ¿fueron deportados a sus países de origen? Tampoco, nuevamente cayeron en las garras de los coyotes y continuaron su paso hacia Norteamérica.

Miles de historias dejaron en suelo tico, algunos, una muy poca cantidad se mantienen todavía en Guanacaste, pero muy probablemente su futuro sea el mismo, seguir ilegalmente hacia un país que con el nuevo gobierno no les cobijará como esperan.

Esa es la realidad de miles de migrantes, atrapados por un sueño y con sueños atrapados en cada sello de pasaporte que evaden.