CIENCIA EN RESISTENCIA Científicos alrededor de todo el mundo marcharán el próximo 22 de abril, Día de la Tierra, en la que podría ser la mayor manifestación mundial en defensa de la ciencia, de cara a una época en la que las pseudociencias parecen ganar impulso. Costa Rica se sumará a este llamado con una concentración en la Plaza 24 de abril de la UCR en San Pedro de Montes de Oca.

Por: Karol Castro Ureña

Imaginar a Neil Armstrong cuando pisó por primera vez la luna o a una química como Dorothy Crowfoot Hodgkin concentrada en su laboratorio en el estudio de la estructura de la insulina a través de rayos X puede resultar una tarea sencilla, si consideramos que son los retratos más usuales que asociamos al quehacer científico.

Imaginar, sin embargo, a esa misma comunidad de personas dedicadas a la ciencia tomar las calles y marchar para defender la importancia de lo que hacen, de repente no resulta tan simple. Pero está sucediendo.

Se trata de la Marcha por la Ciencia, una movilización que -según el criterio de los organizadores- podría convertirse en la mayor manifestación mundial en defensa de la ciencia, programada para el próximo 22 de abril, Día de la Tierra.

Miles de científicos y científicas alrededor de todo el planeta se reunirán con el propósito de demostrar que la ciencia va mucho más allá de solo ecuaciones y conceptos complejos, y que su impacto en la vida cotidiana es mucho mayor del que solemos estar conscientes.

No se trata de una marcha “de científicos para científicos”. La convocatoria pretende incluir tanto a personas que hacen ciencia, como a toda la sociedad civil, gente que crea en el conocimiento y que abogue por la creación de políticas públicas y la toma de decisiones basadas en evidencias científicas.

“La marcha es importante no solo por la defensa en sí de la investigación, sino por la educación de la sociedad. Tal vez llegamos a un punto donde si queremos que se nos empiece a tomar en cuenta. hay que hacer un esfuerzo más grande para alcanzar a la gente del día a día, la que nosotros queremos que entienda por qué consideramos importante la inversión en educación científica y tecnológica”, opinó Marcela Hernández, Física de la UCR.

El evento principal se llevará a cabo en Washington D.C. y también hay otras marchas programadas a lo largo y ancho de Estados Unidos, país donde se originó la iniciativa y cuya fuente de inspiración más inmediata es quizás la Marcha de las Mujeres del pasado ocho de marzo.

Costa Rica ha hecho eco de ambas manifestaciones. En el caso de la Marcha por la Ciencia los preparativos para el 22 de abril los realizan estudiantes universitarios y representantes de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica (Feucr), con el apoyo de algunos profesores e investigadores de esta misma universidad.

Aunque lleva también el nombre de “marcha”, la de nuestro país será una concentración en la Plaza 24 de abril de la UCR, en su Sede Rodrigo Facio. Es un evento oficial, al igual que los más de 420 en todo el mundo que hasta el momento se han registrado en la página web oficial de la Marcha.

“Un reto ha sido que la gente de afuera no se sienta excluida, porque se puede creer que la marcha es solo para gente con cierto grado académico, y en realidad el panorama es mucho más amplio. A los científicos tratamos de explicarles que no es una marcha ‘quematarros’, ni nada agresivo”, explica Mary Rojas, estudiante de Biología y miembro de la Comisión de Ciencias Básicas de la Feucr.

“No estamos marchando en contra de Trump”, agrega Andrés Beita, estudiante egresado también de Biología y vocero de la marcha. “No es un asunto sobre políticos ni sobre científicos, es un asunto sobre ciencia. No vamos a tapar calles, queremos visibilizar nuestro trabajo y empezar a mezclar la ciencia con la sociedad”, añade.

“La reacción no es contra Trump, ni es política. Se trata de gente que, por lo general, ha mantenido una neutralidad política, que tiene una formación acadé- mica importante y que ve que hay una amenaza para el planeta. El caso parti- cular de EE.UU. es lamentable, porque el recorte de fondos para la investigación tiene un impacto social enorme”, expresó Marino Protti, sismológo de la Universidad Nacional.
Ciencia sin mordazas

De los científicos se sabe que, al menos la mayoría, es un poco reacia a saltar al terreno político. Entonces, ¿qué los motiva a dejar los laboratorios y la academia?

La respuesta no es muy difícil, cuando vemos que el presidente de uno de los países más poderosos del mundo publica, en su cuenta de Twitter, que el cambio climático es un invento de los chinos para restarle productividad a la industria estadounidense. La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos (EE. UU.) plantea un cambio en la dinámica de cómo, para qué y para quién se hace ciencia en ese país. Su evidente escepticismo en relación con la incidencia del ser humano en el cambio climático, y los intentos por silenciar, manipular y detener las investigaciones sobre el tema fueron señales de alarma que la comunidad científica local e internacional decidió no pasar por alto.

“Una característica interesante de esta marcha, con este alcance global, es que ha permitido que muchos científicos tomen conciencia del papel que juegan la política y la economía dentro

de, y para favorecer o no, el desarrollo y el conocimiento científico”, explica Ronny Viales Hurtado, director del Posgrado Centroamericano de Historia y coordinador del Programa de Investigación sobre Ambiente, Ciencia, Tecnología y Sociedad de la UCR.

Otra de las acciones de Trump que no pasó desapercibida es la elección de Scott Pruitt, también escéptico del cambio climático y defensor del petróleo, con un amplio historial de acciones interpuestas contra la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), al frente de esta institución.

“Queremos la libertad y el respeto que merecemos como cualquier otro grupo, indicando además la importancia que tiene la actividad que hacemos. No somos esas personas retraídas y demás estereotipos que existen sobre la persona de ciencia. Queremos un mundo mejor, queremos contribuir a través de lo que hacemos”, explicó Alice Pérez, Química de la UCR.

A la lista de preocupaciones, la comunidad científica añade las restricciones migratorias, lo que limitaría el intercambio de conocimiento y el avance de proyectos que se hacen con universidades extranjeras; los recortes a los presupuestos para investigación y la normalización de los “hechos alternativos” para referirse a información falsa o imprecisa emitida desde el Gobierno.

“Un hecho alternativo no existe, es una mentira, y eso es lo que en gran medida, como científicos, la comunidad está tratando de combatir. Esta es una marcha por la verdad, por resguardar la rigurosidad y la importancia del método científico para descubrir la verdad”, apunta Carlos Alvarado Briceño, presidente de la Asociación Centroamericana de Aeronáutica y del Espacio (ACAE).

Una misión loable cuando nos enfrentamos a una época en la que los hechos comprobables y la evidencia parecen tener menor peso que lo emocional para formar opinión pública o tomar decisiones. Es la llamada era de la post verdad, un término elegido como la palabra del año 2016 por el diccionario de Oxford. La verdad, o lo que se puede demostrar como verdad, se volvió algo irrelevante.

Retos

La posibilidad de que la Marcha por la Ciencia se convierta en un movimiento social sostenido en el tiempo está todavía por verse.

Por eso, para el historiador Viales es mejor tomarla como un punto de partida importante que, a la vez, plantea retos relevantes para América Latina.

“El movimiento no está convocado para romper las brechas científicas, sino para apoyar el planteamiento que viene desde EE.UU. Para que se transforme en un movimiento como tal, también hay que contextualizarlo en nuestros países y lograr aterrizar algunos de sus objetivos a las necesidades propias que nosotros tenemos”, señala el académico.

Viales agrega que si pensamos en el contexto de la región latinoamericana existe una tendencia en los gobiernos neoliberales “a reducir el presupuesto para investigación en ciencias en general, a contratar menos investigadores. Eso de alguna manera va a impactar el futuro”.

Mientras tanto, los esfuerzos por sumar más voces a la causa científica continúan. “Si nos ponemos a ver cuáles son los países más desarrollados y cuáles son los que tienen un mayor desarrollo científico, hay una relación importante. Una mejor ciencia permite tomar mejores decisiones”, concluye Andrés Beita, vocero de la marcha en Costa Rica.

OPINIONES CIENTÍFICAS:
Lepolt Linkimer Abarca, Sismólogo UCR : “El hecho de que a veces no nos manifestemos no quiere decir que siempre estemos conformes. En el caso del área de las geociencias todo está muy relacionado con el impacto que tienen ciertos eventos geológicos en la sociedad. Desde allí nosotros intentamos justificar el quehacer nuestro para que las autoridades entiendan su importancia y no corten el financiamiento”.
Lela Taliashvili, Astrofísica UCR: “Cualquier persona científica, particular- mente en astronomía, no piensa sólo en la siguiente generación, sino en cadenas de generaciones, porque muchos de sus resultados ven su importancia o aplicación tal vez 100 años después. Los recortes a la investigación no son algo local o discreto, sus efectos podríamos verlos a más largo plazo, porque el apoyo que le quitamos a las actuales generaciones le corta el camino a las que debían seguir construyendo sobre ese conocimiento”.
Pedro León Azofeifa, Biólogo y Presidente de la Academia Nacional de Ciencias: “La ciencia y el conocimiento deben estar disponibles para toda la humanidad. Cualquier cosa que inhibe el intercambio científico y la educación va en contra del principio de la visión de la ciencia como un conocimiento global que todos debemos compartir. Esta marcha es una manifestación a favor de la racionalidad en el mundo”.
Lizbeth Salazar Sánchez, Médica y cirujana UCR: “Es una meta para nosotros evidenciar que la ciencia es parte del quehacer coti- diano, que no es algo abstracto. El sentido de los proyectos y la investigación, en el caso del área de salud en Costa Rica, es en beneficio de la misma población. El problema, a veces, es que la política tiene mucho ruido de fondo y nosotros estamos muy calladitos trabajando y eso nos afecta negativamente”.
Iván Vargas Blanco, Físico del Instituto Tecnológico de Costa Rica: “Yo soy de la idea de que cada país debe tener a la ciencia como algo prio- ritario, porque es la que nos genera el conocimiento que luego se convierte en tecnología y que contribuye al desarrollo. Ese conocimiento no puede ser manipu- lado o limitado por intereses políticos o de grandes empresas”.
Giselle Tamayo Castillo, Química. yPresidenta Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit): “Tienen que darse ciertas circunstancias para que un descubrimiento o una gene- ración de conocimiento se interiorice y se refleje en algo tangible. Es difícil, porque nosotros debemos comenzar a inculcar el amor por la ciencia desde las edades más tempranas. Pero en Costa Rica no se ve eso”.
Henriette Raventós Vorst, Genética humana UCR: “Como científica yo me involucro en estos temas, porque uno debe defender, en esta era de la post verdad, la importancia del quehacer científico, del conocimiento. La ciencia contemporánea es de colabo- raciones, es internacional, es de libertad y de que estos descubrimientos sean parte de lo que se usa para decidir políticas públicas”.
Hugo Hidalgo León, Hidrólogo UCR: “Esta marcha es muy simbólica, es mani- festar que queremos que se respete la ciencia como una manera adecuada de enfrentar los problemas y de proveer solu- ciones para la sociedad. Es muy difícil, porque los políticos tienen mucho poder y todo depende de cómo una sociedad valore a la comunidad científica”.
Gabriela Marín Raventós, Ciencias de la Computación UCR: “La conformación de los grupos científicos en las universidades y en los laboratorios de investigación generalmente tienen un componente muy fuerte de inmigrantes de todas partes del mundo. Creo que el mayor impacto a largo plazo de las políticas de Trump va a ser que muchos científicos que se mueven hacia EE.UU. para potenciar sus capacidades cientí- ficas no lo hagan, y el país podría perder hegemonía científica”.
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